Será raro
el lector que, leyendo o escuchando el nombre de Walt Whitman, no piense de
inmediato en su descomunal, germinador volumen Hojas de hierba, quizá el poemario más influyente en la historia de
la literatura norteamericana. Desde 1892, este volumen ha extendido su
influencia sobre todo tipo de autores, que lo han leído, comentado, traducido y
elogiado de mil maneras distintas. Pero Whitman también publicó en 1842 una
novela, muy desconocida, con el título de Franklin
Evans, el borracho, lo que convertía esta faceta literaria del neoyorkino
en una rareza.
Y aquí es
donde interviene el doctorando Zachary Turpin, de la universidad de Houston,
quien tras revisar unos cuadernos de notas de Whitman se encontró con varios
nombres apuntados y con detalles que parecían aludir a una novela en vías de
escritura. Tirando de ese hilo, en el que nadie había reparado hasta ese
instante, se encontró en la Biblioteca del Congreso de Washington con el único
rastro hemerográfico que se conserva del periódico The Sunday Dispach. Y allí
estaba, publicada por entregas, una novela de Walt Whitman: Vida y aventuras de Jack Engle, que
ahora traduce Miguel Temprano García y prologa Manuel Vilas para Ediciones del
Viento.
En sus
páginas nos lleva a un Nueva York que empieza a desplegarse hacia el futuro, y
por cuyas calles y edificios pululan los abogados sin escrúpulos (Covert); los
ancianos a quienes el alcohol ha desmigajado el cuerpo (Wigglesworth); las
bailarinas que se empeñan en encontrar un sitio digno dentro del mundo del
espectáculo (como la española Inez); los hombres de negocios que no permiten
que la honradez les vede el lucro (Fitzmore Smytthe); o los aprendices con más
entusiasmo que buen sueldo (Nathaniel). Con esos mimbres, que a ratos recuerdan
a Charles Dickens y a ratos nos hacen pensar en Wilkie Collins (de quien fue
casi rigurosamente coetáneo) el escritor de Long Island compone una novela sobre
la orfandad, el coraje, la virtud y la búsqueda del camino, que se lee con agrado
y con sorpresa. Que nadie espere encontrar aquí las tempestuosas osadías del
Whitman poeta, pero sí la cálida dicción de un prosista elegante, eficaz y
fino, al que hemos recuperado de manera casi milagrosa gracias al tesón de Zachary
Turpin, que actualmente se encuentra impartiendo clases en la universidad de
Idaho.
La
celeridad con la que Ediciones del Viento ha vertido esta obra a nuestra lengua
es digna del mayor de los aplausos.
1 comentario:
Este no lo tengo, mira por donde,así que me lo llevo.
Besos 💋💋💋
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