El título
de esta colección de cuentos, que acaba de aparecer en el sello Boria
Ediciones, resulta levemente engañoso. Paul Auster ofreció al público su Cuaderno rojo; triunfan por doquier los
relatos negros; Dostoievski está muy bien representado por sus Noches blancas; Fernando Fernán-Gómez
nos contó su vida en El tiempo amarillo;
Antonio Gala pudo teatralizar sobre Los
verdes campos del Edén; y Rubén Darío nos legó en 1888 su libro Azul… Pero el gris, pobrecito, tiene muy
mala prensa en nuestra mente, porque lo asociamos a lo anodino, a la fruslería,
a la rutina, incluso al fracaso.
Hugo
Argüelles (Madrid, 1978) nos ofrece en estos Cuentos grises una serie de crónicas y retratos que, en efecto,
parecen haber sufrido la contaminación de esos atributos: un joven que se viene
a la región de Murcia y que languidece de hospedaje en hospedaje, rodeado de
personas y actividades entre las que no encuentra su sitio; una pareja de
lectores que, al cabo de los años, terminan por experimentar un cambio radical
en sus vidas, fruto de unas vacaciones no convencionales; los lánguidos
locutores de un programa radiofónico nocturno; un poeta solitario que compone
versos eróticos al buen tuntún y que no tiene más amiga que una lesbiana
llamada Paty; un muchacho que agota días inanes en las calles y cervecerías de
Dublín, mientras experimenta el aburrimiento o la falta de objetivos; el
escritor novel que odia a su vecino, escritor con publicaciones que vive en su
misma calle… En este racimo de diez historias apenas encontramos un solo
argumento que avance con solidez o se quede en la memoria, pero esa evidencia
no constituye un defecto en el libro de Hugo Argüelles, sino que nos revela el
sentido final del título del volumen. El escritor nos está colocando frente a
unas vidas grises, unas existencias salpicadas por el gotelé del tedio, unos
rumbos etilícos o desesperanzados que se mueven entre la niebla; y después deja
que nosotros extraigamos conclusiones. No son cuentos grises porque
estilísticamente carezcan de brillo, sino porque dibujan cotidianidades
huérfanas de fulgor, lo cual es muy distinto.
Con su
narrativa de frases cortas e imágenes yuxtapuestas, el madrileño se instala en
un modo de contar que, o mucho me equivoco, puede producir resultados muy
notables en sus siguientes volúmenes. En éste, desde luego, ya los ha logrado.
1 comentario:
Un escritor me dijo un día que mis relatos eran "grises" y me lo dijo con altanería... Pues mira, ya podríamos crear escuela!
Besitos 💋💋💋
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