¡Qué enorme impresión me causó, la primera vez que
lo leí, este tomo de Camilo José Cela!
La novela San Camilo, 1936 es
sobrecogedora, de una textura compositiva magistral y de un fondo ideológico
radicalmente pesimista, que deja un poso amargo en la boca y en el corazón. No
podía, desde luego, ser de otra manera. El estallido de la guerra civil,
novelado por un testigo directo, analítico y concienzudo es, desde luego, una
invitación a la más sosegada y enriquecedora de las reflexiones. Ahora, cuando
vuelvo a ella con más años y más lecturas, sigo encontrando en sus páginas un
asombroso retrato de época, una urdimbre de imágenes, sentimientos, arengas,
frustraciones, crímenes, horripilancias y decepciones que dibuja con pluma
magistral aquel ambiente de mediados de los años 40 en nuestro país. En
ocasiones, la literatura sirve más que la historia para entender el devenir de
los pueblos, su secreta colección de fracasos, su fondo de acíbar.
Sirven emocionándome y diciéndome cosas las frases
que entonces (en junio de 1986) subrayé en el viejo ejemplar de Alianza, y por
eso las transcribo: “Cada uno habla el español como le da la gana, que para eso
es de todos”. “El hombre teme la verdad pero no se refugia en la mentira sino
en la farsa”. “No, no hay nadie más que nadie, todos somos demasiado, y los
huevos están bien donde están, no fuera de su sitio”. “Los ricos saben coger el
tenedor muy finamente pero no leen un libro aunque los aspen, los de en medio
cogen peor el tenedor y leen algún libro, lo que pasa es que no se enteran, y
los pobres comen con las manos, cuando comen, y no saben ni leer, ¡usted
dirá!”. “La política no es la ciencia de machacar al enemigo como si fuera un
diente de ajo en el almirez y ponerlo después a secar al sol, sino el arte de
serenar los nervios de todos, amigos y enemigos, para que la vida siga
discurriendo sin mayores agobios ni más goteras de las precisas”. “Al crimen no
se le puede combatir con el crimen sino con la serena e inexorable justicia, en
nombre de la libertad no se pueden cometer actos que repugnan a la esencia
misma de la libertad, el pugilato del crimen conduce a la aniquilación de la
sociedad”. “El hombre es un animal muy torpe y consuetudinario que piensa, sí,
pero que ni ve ni escucha, el hombre tiene un corazón muy cruel y melancólico
que no le sirve para ahuyentar la muerte, la verdad es que no le sirve para
casi nada”. “El hombre es un animal despreciable, miedoso e iracundo que se
disfraza porque tiene miedo a la compañía, en soledad es más honesto”. “La
mujer y los hijos son los rehenes con que el destino coacciona al hombre para
que siga portándose mal y abyectamente”. “Las armas nunca sirven para traer la
paz, que suele habitar otros caminos menos ruidosos y violentos”. “A la hora
del desayuno nadie ve buenas caras en su familia, se conoce que los españoles
dormimos mal a lo mejor es que cenamos demasiado”. “Tan bestias con los frailes
que quieren quemar herejes como los herejes que quieren quemar frailes, unas
veces ganan unos y otras otros pero el que pierde siempre es el país”. “La
sangre llama a la sangre, cría sangre, hace manar la sangre (...) La sangre es
el freno de la historia, lo que sucede es que es más fácil verterla que
encauzarla (...) Las páginas que se escriben con sangre pronto son de muy
difícil lectura, en cuanto caen las primeras lluvias”. “Hay que creer en algo
para no sentirse jamás demasiado huérfano”. “Abre de par en par las puertas de
tu alma y deja que el amor te habite, te invada como una marea, no te defiendas
del amor a tiros y a mordiscos, entrégate sin reservas, conviértete en alimento
del amor”. “El amor es un mar abierto, a diferencia del odio, que es un
claustro cerrado”.
Qué grande era Cela cuando quería.
1 comentario:
Leí el libro por obligación y como suele suceder en estos casos, no lo disfrutas, así que años después lo releí y me llegó al alma.
Como tú mismo dices, qué grande era Cela cuando quería.
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