Por encima de juegos verbales abstrusos, de
narradores opacos o deliberadamente morosos, de ciénagas freudianas sin
tratamiento estético y de caleidoscopios argumentales sádicos, el lector de
novelas quiere que, ante todo, le cuenten una historia. Así de simple, así de
respetable, así de enérgico. Que el autor de la obra se le ponga delante y le
relate unos hechos dejándose en la alforja el narcisismo, la soberbia y la
pedantería. Que no pretenda marearlo, humillarlo, retarlo o adoctrinarlo, sino
que actúe como los viejos juglares o como los abuelos, que nos mantenían
embobados con su narración oral.
Luis Leante pertenece (como Antonio Muñoz Molina,
Almudena Grandes, Luis Landero, Care Santos o Arturo Pérez-Reverte) a la nómina
de escritores que circulan por esos senderos y que, oh casualidad, reciben el
aplauso multitudinario del público.
Ahora, bajo los auspicios del sello internacional
Harper Collins, nos entrega Annobón,
una historia que se desarrolla durante la primera mitad del siglo XX entre
Guinea Ecuatorial y España y que tiene unos protagonistas muy llamativos. De un
lado, tenemos al sargento de la guardia civil Restituto Castilla quien, poseído
por un espíritu quijotesco (la voz de su esposa indica en la página 99 que “la
culpa fue de todos los libros aquellos que leía en la casa de don Norberto”),
es destinado a la antigua colonia africana y trata de construir allí un espacio
utópico con los aborígenes, obteniendo unos resultados más bien desiguales; del
otro lado tenemos al capitán Alfonso Pedraza, joseantoniano y abogado íntegro,
que se convierte en su defensor durante la posguerra civil; y, en medio de los
dos, Teresa Martín, que fue esposa de ambos y que se llevó a la tumba la verdad
de sus historias cruzadas.
El narrador, muchos años después, intentará
reconstruir los hechos sorprendentes que protagonizaron, y para ello
entrevistará a Pilar Pedraza y a Cesárea Castilla, las descendientes de
Restituto y Alfonso, ofreciéndonos a través de ellas dos versiones (a veces coincidentes,
pero habitualmente no) del pasado, donde se nos hablará de crímenes, amores
turbulentos, aventuras insensatas, rencillas, soberbia, ideologías
contrapuestas, mezquindades y misterios ya para siempre empapados por la niebla
del tiempo.
El resultado final es una novela envolvente,
sólida, narrada con talento indiscutible, donde volvemos a encontrarnos con uno
de los novelistas más brillantes de España. Descubrir una pequeña noticia
marginal en un periódico de los años 30 y ser capaz de convertirla en un relato
magnético, una de esas historias que no puedes abandonar hasta llegar a la
última página, es un don que solamente los mejores atesoran. Luis Leante lleva
años demostrando que su presencia en ese grupo no admite discusiones.
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