viernes, 17 de marzo de 2017

Epistolario completo Ortega-Unamuno



Me doy un paseo por el interesante, aunque breve (ay), Epistolario completo Ortega-Unamuno, en la edición de Laureano Robles. Y es un auténtico placer para la inteligencia descubrir las charlas, las conexiones, las afinidades y, también, las discrepancias respetuosas que mantuvieron estos dos titanes del pensamiento español del siglo XX.
En este fértil diálogo escrito que mantuvieron (y que desarrolla entre los años 1904 y 1917) nos es dado conocer el espíritu de ambos. Así, Miguel de Unamuno no temerá acudir a sentencias marmóreas, existenciales (“No quepo en ninguna parte, ni en mí mismo”), ni tendrá problemas en reconocer la condición a veces atrabiliaria o subjetiva de sus ideas (“No puedo probarme lógicamente”), ni su necesidad de sentirse rodeado por sus seres queridos (“Cuando salgo de casa, cuando dejo el hogar [...] me muero de frío”). Y don José Ortega y Gasset (que firma sus envíos al bilbaíno como “Pepe Ortega”) se pliega a consignar con dolor que la ingratitud es un hecho que lo circunda (“Habiendo hecho no pocos favores en esta vida a otros bípedos, no tengo un solo amigo”).
Estas misivas, datadas en lugares tan distintos como Bilbao, Salamanca, Madrid o Marburgo están salpicadas de alusiones interesantísimas a Joaquín Costa, Kant, Menéndez Pelayo, Carner, Goethe, Diderot, Homero, Platón o Nietzsche, del que Ortega y Gasset llega a decirle a su colega que “lo lea para huir de él. Las cosas de Nietzsche, que son todo menos profundas, son cosas sin dueño que flotan en la superficie de las aguas modernas y sin querer nos tropezamos con ellas”.

Un volumen encantador, enriquecedor y utilísimo para adentrarse por los pasillos interiores de dos mentes preclaras (paradójica una, metódica la otra) de nuestro panorama intelectual.

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