Vuelvo a acercarme a una novela de Zoé Valdés y
elijo La hija del embajador, un texto
que mereció el III premio de novela breve Juan March Cencillo y que fue
publicado por el sello Bitzoc.
El argumento es muy sencillo de exponer: la hija
moderna y rebelde de un embajador cubano que trabaja en París se desplaza para
vivir un tiempo con sus padres en la capital del Sena. En el avión conoce a un
singular ladrón, con el que comienza una turbulenta y apasionada relación.
Daniela sería feliz si lograra el amor eterno del maduro delincuente, pero él
se muestra mucho más reservado ante esta posibilidad.
¿Conclusión después de cerrada la última página?
Pues que ha vuelto a pasarme lo que ya me había ocurrido con otros textos
suyos: que no termino de verla. Hay ciertos instantes en los que sí, en los que
me parece admirable el modo en que desarrolla y culmina una secuencia, un
cuadro narrativo, un diálogo. Pero, por regla general, su prosa me parece
desmañada, confusa, áspera. Todo parece que avanzase a trompicones, dudando
entre el lirismo, el exabrupto, la fluidez, la seriedad o la niebla, hasta el
punto de que determinadas páginas no se aprehenden con una lectura “normal”,
sino que hay que detenerse e incluso retroceder, para captarlas verdaderamente.
Como su paisano Guillermo Cabrera Infante, Zoé
Valdés gusta de introducir de vez en cuando humorísticos juegos de palabras.
Así, en la página 16 nos habla al subirse a un avión de “la azafata miembro del
Partido Comunista, porque para ser azafata no importa tanto la buena figura
sino el figurar como miembro”; o en la 54, cuando nos habla de una voluntad
amatoria moderada por la prudencia: “Ella lo amaría y sin contemplaciones, es
decir: con templaciones”.
¿Me animaré con algún otro libro de Zoé Valdés?
Jamás hay que descartar de plano ninguna posibilidad futura. Pero, hoy por hoy,
lo veo muy difícil.
1 comentario:
Yo no digo nunca jamás, pero Zoe Valdés no me llega, algo falla siempre en sus novelas y no termino de saber qué...
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