Estamos en
Francia en el último tercio del siglo XVIII, en un hospicio donde se acoge a
personas ciegas. Entre ellos se encuentra David, que vive con la ilusión
redentora de que, en el futuro, las personas que no ven sean capaces de leer y
de interpretar música de forma plena y autónoma. No obstante, aparece en su
camino el infame Valindin, que ha conseguido engatusar a la madre superiora del
hospicio para que seis de los invidentes puedan ser utilizados como músicos de
pantomima… Les intentan convencer de que compondrán una orquesta seria, para
deleite del público, pero la realidad es que sirven de mofa a éste, pues los
disfrazan con vestidos ridículos, los coronan con orejas de burro y les ponen
al revés las partituras, mientras ellos rascan con desaliño sus instrumentos.
Sólo David
mantendrá la dignidad; sólo él seguirá obstinado en tomarse en serio la música
y afrontar la burla con la frente alta…
Adriana, una
mujerzuela que convive con Valindin y que se enamora de David, será el
detonante para que éste termine optando por una solución violenta a su
situación, cuyas consecuencias serán espantosas para todos.
Antonio
Buero Vallejo, admirable siempre, brillante siempre, nos presenta aquí una
profunda reflexión sobre los seres desfavorecidos, sobre la crueldad de la
sociedad que los circunda y sobre la entereza de quienes encuentran el coraje
necesario para aferrarse a su esperanza y plantarle cara al infortunio.
Para
quitarse el sombrero, el cráneo y hasta la cabeza.
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