Lo dice el pensador José Ignacio Nájera en la
página 157 de esta obra, que lleva por título El universo malogrado (Carta a Cioran): “El riente amargo es
alguien que sabe exhausta su fuente de disgustos y decepciones; es, en fin, un
resignado que se ha liberado de la amenaza de la candidez”. Cuando se han
cumplido ya 21 años desde la muerte del pensador rumano-parisino, anonada
comprobar cómo Nájera aborda en estas páginas la difícil tarea de aproximarse
crítica y lúcidamente a la obra de ese Gran Maestre de la Decepción (pero también
Hermano Mayor de la Cofradía Irónica )
que fue Emil Cioran. Y lo hace con una extensa carta de más de doscientas
páginas donde se dirige a este “escéptico interesado por el eco de su
escepticismo” (p.82), al que confiesa leer desde su juventud y con el que
siente numerosas afinidades intelectuales y algunas netas discrepancias.
Esto permite al autor del ensayo iniciar la obra
diciéndole a Cioran que, tras el conocimiento de sus primeras obras, se
“instaló” en él (p.17); y acabarla con un colofón de idéntico espíritu: “He
estado rememorando no sólo su trayectoria sino también los años de mi relación
con su escritura” (p.204). Es verdad. En el fondo, esta larga epístola es un
denso estudio sobre Cioran, pero también y sobre todo una reflexión sobre el
estado de la filosofía en el siglo XX, y aun sobre los pensamientos del propio
Nájera, que se manifiesta en primera persona en varios instantes del libro:
cuando se reconoce un esclavo del orden, frente al sempiterno caos del que
hacía ostentación Cioran (p.12); cuando indica que ambos han sufrido grandes
períodos de postración (p.47); cuando constata sin ambages “ese estado de
provisionalidad en que vivo desde hace años” (p.62); etc... Pero también cuando
se incorpora como sustancia opinante al libro, comentando la docilidad de
Martin Heidegger (p.89), la capacidad seductora de Friedrich Nietzsche (p.143)
o la falsedad esencial que se esconde tras el amor (“Pocas palabras hay tan
falsamente igualatorias y tan productoras de amnesia, y ahí están los dos sexos
transaccionando con ella”, p.171).
En un mundo occidental cada vez más obstinado en la
autoflagelación, con una filosofía que se regodea y atasca en el análisis de
sus propios límites, la postura intelectual de Cioran es la del disidente
perpetuo, la del extravagante (en su más puro sentido etimológico), la de quien
mira el mundo desde una fosa o desde una montaña. O tal vez desde ambos sitios
a la vez (y para resolver esa aparente paradoja bastaría con recurrir al título
de una de sus obras más conocidas y singulares: En las cimas de la desesperación).
José Ignacio Nájera, que conoce bien la obra de
Emil Cioran, analiza su postura (y dejaré ese “su”, tan ambiguo como
enigmático) sobre la escritura, el suicidio, la mujer, Dios, la enfermedad, la
mística, los judíos, la melancolía, el ocaso del pensamiento o el fascismo, en
un tomo que no admite resumen, pero al que sí conviene aproximarse, porque está
lleno de sugerencias, sabiduría y meditación. Si el argentino Jorge Luis Borges
dijo una vez que un libro es siempre una ocasión para la Belleza , añadiremos que,
en tomos como éste que hoy nos ocupa, es también una ocasión para la Inteligencia.
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