domingo, 26 de octubre de 2014

Lo que aprendemos de los gatos



Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954), que ha publicado novelas y cuentos de notable interés y que ha obtenido premios literarios tan solventes como el Herralde o el Euskadi, nos acaba de entregar bajo el sello Anagrama su último trabajo: Lo que aprendemos de los gatos. Y el volumen resulta chocante, si lo miramos desde el punto de vista puramente “argumental”. ¿Por qué? Pues porque se limita a contarnos en sus páginas cómo fue la convivencia doméstica con los gatos que ha tenido en los últimos tiempos (primero, Tris-Tras; luego, Tris y Tras). Suena a chiste, a broma privada o a sinopsis borde, pero les aseguro que no es así. Y me anticipo a su sonrisa asegurándoles también que merece la pena, y mucho, leer estas páginas, porque consignando con detalle y con un enorme afecto las minucias de esa relación entre humanos y gatos Díaz-Mas nos está retratando y poniendo ante los ojos la Serenidad, la Paz, la Civilización...
La escritora madrileña nos sugiere en estas líneas que los animales domésticos nos sirven, en realidad y principalmente, como elemento moldeador o educativo («Nos hacemos más delicados, más atentos, menos centrados en nosotros mismos y más pendientes de la pequeña necesidad o, ni siquiera eso, del pequeño gusto de un ser también pequeño, al que queremos complacer a cambio de nada, a cambio simplemente de su presencia»). Y esa enseñanza mejora de forma ostensible nuestra condición social humana, porque nos vuelve mejores personas («Adquirida, gracias a los gatos, la costumbre de pensar en los demás, de facilitarles las cosas, de ofrecerles generosamente las comodidades que aún no nos han pedido, podemos acabar anticipándonos a los deseos y necesidades de los que nos rodean»). De ahí que convivir con gatos nos permita ser más sabios, sufrir menos tensiones y disfrutar de los placeres del instante, que siempre tenemos tan olvidados.

Muchos padres de escritores han muerto a lo largo de la Historia, pero recordamos de forma indeleble al de Jorge Manrique. Muchos hijos de escritores han muerto a lo largo de la Historia, pero cómo olvidarse de aquel soldadito rubio que se le fue a Francisco Umbral. Muchos perros de escritores han muerto, pero ahí está Troylo, protagonizando un libro de Antonio Gala. La literatura es, en ocasiones, un delicado frasquito de formol en el que perviven las imágenes y los recuerdos de los seres que se marcharon. Paloma Díaz-Mas se suma a esa corriente hablándonos de su gato, fallecido cuatro meses atrás. Y es posible que quienes no hayan tenido nunca un animal en su casa (un animal querido, un animal de compañía) esbocen una sonrisa irónica tras conocer el contenido narrativo de este volumen. Pero yo les pediría que borraran ese gesto, porque realmente nos definimos por ese tipo de complicidades y convivencias domésticas. Quien ama y cuida, ama y cuida. No importa a la postre el destinatario de sus afectos. Porque amando y cuidando se aprende. Se aprende siempre. Nos sometemos a una depuración, a una ascesis. Por eso me ha gustado mucho leer esta historia, en la que paradójicamente una Paloma se hace amiga de una gata. Me ha dado calma y me ha hecho reflexionar. Cuántas cosas descubriríamos si supiéramos cómo son nuestros escritores favoritos a puerta cerrada: con sus hijos, con sus parejas... o con sus gatos.

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