Paloma Díaz-Mas (Madrid, 1954), que ha publicado
novelas y cuentos de notable interés y que ha obtenido premios literarios tan solventes
como el Herralde o el Euskadi, nos acaba de entregar bajo el sello Anagrama su
último trabajo: Lo que aprendemos de los
gatos. Y el volumen resulta chocante, si lo miramos desde el punto de vista
puramente “argumental”. ¿Por qué? Pues porque se limita a contarnos en sus
páginas cómo fue la convivencia doméstica con los gatos que ha tenido en los
últimos tiempos (primero, Tris-Tras; luego, Tris y Tras). Suena a chiste, a broma
privada o a sinopsis borde, pero les aseguro que no es así. Y me anticipo a su
sonrisa asegurándoles también que merece la pena, y mucho, leer estas páginas,
porque consignando con detalle y con un enorme afecto las minucias de esa
relación entre humanos y gatos Díaz-Mas nos está retratando y poniendo ante los
ojos la Serenidad ,
la Paz , la Civilización.. .
La escritora madrileña nos sugiere en estas líneas
que los animales domésticos nos sirven, en realidad y principalmente, como
elemento moldeador o educativo («Nos hacemos más delicados, más atentos, menos
centrados en nosotros mismos y más pendientes de la pequeña necesidad o, ni
siquiera eso, del pequeño gusto de un ser también pequeño, al que queremos
complacer a cambio de nada, a cambio simplemente de su presencia»). Y esa
enseñanza mejora de forma ostensible nuestra condición social humana, porque
nos vuelve mejores personas («Adquirida, gracias a los gatos, la costumbre de
pensar en los demás, de facilitarles las cosas, de ofrecerles generosamente las
comodidades que aún no nos han pedido, podemos acabar anticipándonos a los
deseos y necesidades de los que nos rodean»). De ahí que convivir con gatos nos
permita ser más sabios, sufrir menos tensiones y disfrutar de los placeres del
instante, que siempre tenemos tan olvidados.
Muchos padres de escritores han muerto a lo largo
de la Historia ,
pero recordamos de forma indeleble al de Jorge Manrique. Muchos hijos de
escritores han muerto a lo largo de la Historia , pero cómo olvidarse de aquel soldadito
rubio que se le fue a Francisco Umbral. Muchos perros de escritores han muerto,
pero ahí está Troylo, protagonizando un libro de Antonio Gala. La literatura
es, en ocasiones, un delicado frasquito de formol en el que perviven las
imágenes y los recuerdos de los seres que se marcharon. Paloma Díaz-Mas se suma
a esa corriente hablándonos de su gato, fallecido cuatro meses atrás. Y es
posible que quienes no hayan tenido nunca un animal en su casa (un animal
querido, un animal de compañía) esbocen una sonrisa irónica tras conocer el
contenido narrativo de este volumen. Pero yo les pediría que borraran ese
gesto, porque realmente nos definimos por ese tipo de complicidades y convivencias
domésticas. Quien ama y cuida, ama y cuida. No importa a la postre el
destinatario de sus afectos. Porque amando y cuidando se aprende. Se aprende
siempre. Nos sometemos a una depuración, a una ascesis. Por eso me ha gustado
mucho leer esta historia, en la que paradójicamente una Paloma se hace amiga de
una gata. Me ha dado calma y me ha hecho reflexionar. Cuántas cosas
descubriríamos si supiéramos cómo son nuestros escritores favoritos a puerta
cerrada: con sus hijos, con sus parejas... o con sus gatos.
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