Cuando se conoce en persona a María José Sánchez
Vázquez resulta muy difícil escribir sobre sus páginas (estén escritas en prosa
o en verso) sin tener presente de forma inmediata la dulzura inagotable de su
compositora, que cautiva de forma indeleble a quienes tienen la suerte de estar
cerca de la escritora de Moratalla o conversar aunque sea unos minutos con ella.
Sus publicaciones en libro son realmente escasas: una novela de agradable
factura que se titulaba El sembrador de
sueños (2004) y ahora este poemario que, con el título de Donde aguarda la luz (2014), publica el
sello Azarbe. Pero entiendo que son suficientes para hacerse una idea nítida de
su calidad literaria.
Muchas son las directrices que se pueden advertir
en este poemario. Cuando María José gira su mente hacia el pasado se da cuenta
de que las imágenes que en la memoria se almacenan no siempre guardan un orden
claro, pero tal vez ahí reside una parte de su atractivo: lo aleatorio puede
ser tan lírico como bello («Si se pudiesen etiquetar los recuerdos / con los
datos precisos para no ser olvidados..., / sería más fácil acceder a ellos /
cuando la mente se hace perezosa, a la fuerza, / y se pierde por entre las
estanterías /de un almacén caótico / de experiencias no archivadas. / Pero tal
vez sea mejor así. / ¿Acaso sujeta la flor sus pétalos / para siempre?»). De
esa forma, avanzando en la vida, parece que el ayer se transmuta en pérdida
triste y que el futuro es una grisura inexistente, de la que nada esperamos
(«La nostalgia terrible de una vida perdida / anida en las arrugas de mi
frente, / donde la ilusión se enreda en un turbio laberinto / de esperanzas
marchitas. [...] / Porque lo que temí perder, ya lo he perdido / y lo que ansié
ganar, ya no lo espero»).
Pero que no nos engañe este lánguido abatimiento de
la escritora de Moratalla. Hay un hilo hilvanador que lo une y lo justifica
todo, y que todo lo inunda de luz: el amor. Gracias a sus latidos es posible
enfrentarse con éxito a las asechanzas del mundo. De ahí que el poemario esté
dedicado a Matías, que el padre de la poeta sea homenajeado por su «risa
invencible» (“Toda tu ausencia”), que de su madre recuerde con gozo su
«destello tallado» (“Memoria de un destello”) y que reserve para su hija María
una de las páginas más hermosas del tomo (“El mejor regalo”). En esa misma
línea de amor poetizado puede localizarse en las páginas 35 y 36 uno de los
textos más destacados del volumen, “La marca”, en el que una mujer descubre en
el cuello de la camisa de su amado un rastro de carmín que ella no ha impreso
(podría haber salido de aquí, también, un relato breve. Queda cursado el
desafío).
Dueña de un estilo sobrio, eficaz y elegante, María
José codifica en este libro algunos de los temas más interesantes de la poesía
y, en general, del vivir humano (el amor, la melancolía, la amistad, la muerte)
y lo hace con una fluida y sorprendente naturalidad, como si nos hablase en voz
baja directamente al corazón. Quizá por eso Donde
aguarda la luz se lee con tanto agrado.
2 comentarios:
Muy bueno tu comentario y muy bellos los versos seleccionados de María José. Buscaré el libro.
Felicidades a los dos.
¡Muchísimas felicidades! Me alegra mucho lo de tu libro y te deseo lo mejor.
Saludos. Borgo.
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