martes, 3 de junio de 2014

Los monos insomnes



Hace ya unos cuantos años (de todo hace ya unos cuantos años), yo dirigía un programa en una emisora de radio de la capital murciana. Hablaba de libros, de autores, de editoriales, de concursos, de cualquier detalle que estuviese relacionado con el mundo de la literatura. Y como disponía de carta blanca para llevar a los invitados que quisiera y para enfocar su contenido de la forma que considerara más conveniente, un día tuve una idea más bien peculiar: dedicar un programa entero a recomendar libros para el verano. Lo peculiar no residía, como es lógico, es ese manido tópico, sino en el hecho de que quería recomendar libros que no existieran. Para darle un mayor aire de verosimilitud recabé la ayuda de dos o tres escritores amigos que, alocados y febriles, se pusieron a la tarea de inventar novelas, poemarios, autores y editoriales, que luego comentaron en el programa con perfecta dicción apolínea. José Óscar López era uno de ellos; y cumplió su cometido con tan disparatada pirotecnia de imaginación (llegó a permitirse la recomendación de una novela china de más de dos mil páginas, si no me falla la memoria, cuyo argumento ficticio resumió para los oyentes) que siempre me falta tiempo, cuando publica algún libro, para hacerme con él y devorar sus páginas. De una persona tan creativa y chispeante se puede esperar cualquier locura fantástica.
En esta ocasión el libro que ha publicado se titula Los monos insomnes, y lo lanza al mercado el sello Chiado Editora: una docena de historias de muy complicada clasificación que ha sido definida por el poeta Juan de Dios García con un original y oportuno marbete: «uno de los libros de relatos fundacionales del esquizorrealismo hispánico». Y es que, ciertamente, las propuestas que José Óscar López nos lanza desde sus páginas son tan eficaces como perturbadoras, y nos colocan en una posición de incomodidad reflexiva. Sirva como ilustración un simple acercamiento a algunos de los protagonistas de estas páginas: ese actor porno ya fallecido, llamado John Holmes, que sale del purgatorio después de una estancia de 25 años allí y que se dispone a viajar hacia el cielo al volante de su coche; un lector voraz que acaba secuestrando por pura rabia a la imperita autora de un libro malogrado, a la que pretende reconducir; un escritor de cierto talento que vive en el año 2036 y que provoca extraños cataclismos mundiales a causa del léxico que emplea en sus obras; un actor en paro que se ve acosado por inauditas llamadas de teléfono, en las cuales cree descubrir a unos monos que se esfuerzan por comunicarse con un lenguaje casi humano... Todos ellos se verán incluidos en historias delirantes, en modo alguno previsibles, en las que el lector experimentará la sensación de que es sacado de sus casillas (en el más literal y en el más metafórico de los sentidos), con gallinas que se ponen a hablar de un modo sorprendente (y recitando fragmentos de Platón, para más inri), viajeros estelares que viajan de planeta en planeta para fecundarlos, sabios que miran nubes y que recuerdan la atmósfera de ciertas páginas de Miguel Espinosa (en especial, las de Escuela de mandarines) o mujeres que llaman a tu puerta con un traje aislante que las asemeja a astronautas o androides. Pero de todas esas extrañezas surge un dibujo magnético, que atrapa y cautiva con sus tentáculos de niebla. Resulta fácil advertirlo a las pocas páginas de empezar el tomo.

De las doce narraciones que componen este volumen, francamente recomendable, siento una especial predilección —no lo habré de negar— por la titulada Para engañar a la muerte, que fluye y avanza con una estructura de cinta de Moebius, tan complicada de construir como gratificante a la hora de leer, y que demuestra la maestría técnica y literaria de José Óscar López. Creo que de este autor podemos esperar, en los años venideros, interesantes libros. Será cuestión de no perderle de vista.

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