Cuando
llegué a la universidad para estudiar Filología, allá por 1985, una de mis
primeras decisiones fue la de adquirir mensualmente algunas revistas literarias
que me permitieran estar al día con autores y obras de auténtica importancia.
Me pareció que podía ser un buen complemento de actualidad, frente a las
informaciones clásicas que me pudieran dar en clase. En una
de esas revistas (la célebre “El Urogallo”, ya desaparecida) leí un artículo muy
elogioso sobre Leonardo Sciascia, al que se calificaba como mejor escritor
italiano vivo. Era un autor que no me sonaba de nada; y durante un tiempo las
cosas siguieron igual. Pero una vez que rompí el hielo leyendo El archivo de
Egipto ya no he dejado de frecuentarlo con afectuosa asiduidad.
Ahora, el
sello Piel de Zapa pone en manos de los lectores españoles el volumen de
crónicas El hombre del pasamontañas, que traduce Raúl Ruiz. Son siete
escritos en los que el siciliano realiza aproximaciones a diversos personajes
(desde 1613 hasta la actualidad), con una técnica en la que se mezclan
periodismo de investigación, literatura y ensayo de una forma sugerente y
plástica. La explicación de por qué eligió confeccionar este tipo de crónicas
la tenemos en la página 73 y es cristalina: «El gusto por la indagación, por hacer encajar los datos o ponerlos en
contradicción, establecer hipótesis, conseguir una verdad o explorar un
misterio allí donde la ausencia de verdad no era un misterio o su presencia no
era misteriosa. Un juego que, a menudo, está acompañado e incitado por el
pundonor; pero alguna vez interviene también una especie de piedad».
Partiendo de esas coordenadas, Sciascia nos narrará
la crónica de un crimen misterioso, con decapitación incluida, que sucedió en la Palermo de 1613 (“Don
Alonso Girón”); diseccionará y comentará el odio inveterado que reservaba don
Francesco Maria Emanuele e Gaetani, marqués de Villabianca, para el hereje
Mariano Crescimanno, lo que no le impidió hacerse con los escritos de éste
último cuando murió en prisión (Sciascia, oportunamente, trae a colación el
relato “Los teólogos”, del argentino Jorge Luis Borges); nos explicará que el
degenerado Pietro Bonaparte inspiró a Stendhal el personaje de Fabrizio del
Dongo (uno de los protagonistas de La Cartuja de Parma) y que se vio envuelto en un
rocambolesco episodio en el cual acabó matando a un periodista de un disparo;
nos hablará de una desdichada tonadillera del teatro San Martino que, pudiendo
hacerlo, jamás buscó la protección de un mecenas rico (“La pobre Rosetta”); nos
comentará el breve paso de la espía Mata Hari por Palermo; y nos glosará la
extravagante noticia de que Borges, quizá, nunca existió, sino que fue
simplemente un montaje perpetrado por un consorcio de escritores... Pero sin
duda el capítulo más memorable es el que presta su título al volumen: un
análisis profundo, psicoverbal, de las declaraciones de Juan René Muñoz
Alarcón, que delataba y señalaba para la muerte a gentes de izquierda durante
la dictadura pinochetiana.
Ha sido sin duda una idea excelente reunir estas
viejas crónicas en un tomo al alcance del público español, sobre todo porque
autores como Leonardo Sciascia no son ni mucho menos frecuentes en el panorama
europeo. Todo lo que sale de su mano está adornado siempre con una prosa magistral
y se eleva a la categoría de arte.
1 comentario:
Un crack Sciascia. Muy grande.
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