Hay una magia y un fulgor especiales en los amores
secretos. Una persona que adora en silencio a otra, y cuyos labios están
sellados, queda envuelta de manera inevitable por una luz trágica, casi
sobrenatural; y, a veces, por un dolor también sobrenatural. Todo queda en su
interior, hirviendo, dando vueltas, girando sobre sí mismo, tiñéndose de
matices y sin poder verterse al exterior.
El vienés Stefan Zweig es el autor de esta Carta de una desconocida, que traduce
Berta Conill para el sello Acantilado; y la esencia de la obra se sustenta
sobre dicha idea. El protagonista masculino es un escritor famoso, joven y con
fama de seductor, que recibe una carta sorprendente en la que una mujer (la
otra protagonista de la novela) que acaba de perder a su hijo le explica que
siempre ha estado enamorada de él. Desde que era una niña. Poco a poco, ella le
irá haciendo revelaciones sobre los vínculos que los han unido durante años
(“Lo único que te pido es eso, que creas todo lo que te cuento: una no miente
en la hora de la muerte de su único hijo”) y acaba por detallarle un buen
número de encuentros sentimentales y hasta sexuales que mantuvieron... sin que
él logre recordarlos.
En esa línea de confesiones y sorpresas, la mujer
reconocerá ante su ídolo amoroso, sin orgullo y sin vergüenza, que llegó a
pagar la educación de su hijo entregándose a amantes ricos (“Me ganaba el
cariño de todos aquellos a los que me ofrecía, todos me han estado agradecidos,
me han dado afecto, todos me han querido... ¡Tú no, tú eres el único que no me
ha querido!”), y que la mera limosna de haber compartido algunas horas de su
vida con él ha sido suficiente para que no se considere una amargada.
¿Amor, obsesión? Difícil resulta etiquetar los
sentimientos de esta mujer tierna, entregada y sumisa, que no duda a la hora de
idealizar —casi deificar— al hombre del
que se enamoró siendo una cría. Aparcados los prejuicios machistas y
feministas, la lectura se torna deliciosa. Melancólica también, pero sobre todo
deliciosa. Prueben.
2 comentarios:
Stephan Zweig se inspiraría en su mujer? Quien sabe.. ;)
Un saludooo
Siendo S. Zweig, uno de mis autores favoritos, y en vista de que nunca me ha defraudado, siempre tengo confianza en él, pero me sorprendió muy gratamente la manera en que de algo tan sencillo como una carta, hace un monólogo tan intenso, sorprendente y bello.
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