De vez en cuando me apetece coger un libro de
poesía, sentarme en un sillón cómodo, rodearme de todo el silencio posible,
tener a mano una taza humeante de café y, simplemente, leer. Sin tomar notas,
sin pensar que podría hacerle una reseña en un periódico o en una revista. Leer
en silencio porque sí, por el gusto de recuperar al adolescente que cogía sus
primeros volúmenes en la biblioteca de Blanca o en su cama y dejaba que las
horas pasaran con lentitud invisible. Y si digo que me gusta realizar esos experimentos
con la poesía es porque cuando cojo una novela me siento siempre tentado de ir
resumiendo su argumento, ir trazando el perfil de sus protagonistas... La
poesía es más pura, más despojada, más autónoma. Burbujas de palabras y de pensamiento,
que te emocionan o te dejan indiferente.
Esta vez he pactado esa tregua con José Manuel
Caballero Bonald y su libro Las
adivinaciones (Adonais, 1952). Y me ha llevado una tarde entera. Ahora,
puesto delante del teclado, podría recurrir a cuanto sé sobre el poeta
gaditano, sobre sus premios e influencia en la literatura española, pero no
haré nada por el estilo. Diré simplemente que durante muchos instantes de esta
lectura me ha asaltado la
Belleza y que con algunos de sus versos me he quedado
flotando, con la mirada perdida en el vacío. Entiendo, pues, que el mejor
comentario que le puedo tributar a este conjunto de poemas es copiar aquí esas
líneas y que quede constancia de mi admiración. El resto sería manchar unas
horas de gran pureza con palabras bastardas. Y no me apetece. Quedémonos, tan
sólo, con esos versos de Caballero Bonald: “El pecho inextinguible de la
muchacha amada”. “Entra la noche como un trueno / por los rompientes de la
vida”. “Reúno en mi memoria las vidas que he amado, / los sitios donde estuve,
los libros que habité, / toda la realidad y sueño en que consisto”. “Eso es
vivir: ir olvidando”. “Soy lo que he sido”. “Nada me pertenece / sino aquello
que perdí”.
1 comentario:
Apreciado amigo Rubén:
Me encanta el enfoque de tu comentario. Creo que aciertas, como siempre. Es la tuya una manera muy pura, muy bella de acercarse a la poesía.
Un abrazo.
Julián Montesinos.
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