Estamos en el sureste español, entre las provincias
de Murcia y Almería. Unas chicas que ejercen la prostitución y que están hartas
de las sevicias inhumanas que padecen desde hace tiempo han optado por poner en
peligro sus vidas y huir de los proxenetas que las explotan. Pero la
organización que las reclutó con engaños es poderosa y sus métodos son tan
expeditivos como incontestables: el primer intento de fuga se castiga con
mutilaciones, palizas o violaciones con perros. Ellas ya han padecido esas
abruptas represalias. Ahora abordan el desesperado segundo intento; y el
castigo (lo saben) es la muerte.
Hasta aquí, nada que escape al brutal panorama que
una buena novela negra puede dibujar como arranque. Pero el valenciano Juan
Ramón Barat (Borbotó, 1959) introduce como involuntario testigo de estos
crímenes a Matías Vidal, un profesor de filosofía que atraviesa una situación
personal de lo más aciaga (su mujer lo ha abandonado para irse con un banquero,
y se ha llevado a su hijo) y que descubre con asombro y con horror a las dos
víctimas, unas de ellas agonizante. A partir de ese momento, su existencia dará
un vuelco, porque los asesinos intentarán dar con él para eliminar a tan
incómodo testigo. Sólo contará, ahora, con la ayuda fiel de dos personas: el
inspector Corrales (un perro viejo que no ha perdido sus ideales juveniles) y
su amigo Quasimodo (poeta y bohemio, de enorme generosidad). Gracias a ellos le
resultará menos complicado atravesar ese infierno de persecuciones, intentos de
asesinato, allanamientos de morada y pánico constante que se ciernen sobre él.
Hasta que, de pronto, como una luz pentecostal que le llegase de lo alto,
Matías descubre que debe cumplir una misión: si su vida está destrozada, si él
se siente zarandeado por el oleaje y condenado a sufrir, ¿por qué no intenta
ayudar en la lucha contra esos proxenetas? ¿Por qué no colabora con el
inspector Corrales (o trabaja por libre) para combatir esa plaga? ¿Qué tiene
que perder? ¿No es posible que, ayudando a esas mujeres esclavizadas, se libere
él mismo y encuentre una verdad que lo redima y le dé sentido? Realmente, no sé
si estamos tan sólo ante una novela negra. Yo creo que su propósito va más
lejos... Mucho más lejos. Juan Ramón Barat nos ofrece en estas páginas una
historia de humillados y ofendidos, de perdedores, de derrotados por la vida,
de náufragos. Seres que rozaron o creyeron rozar la felicidad y que
infaustamente la vieron alejarse sin remedio: chicas centroeuropeas que
buscaban el dinero necesario para casarse con su novio del pueblo; chicas sudamericanas
que creyeron venir a España para cuidar niños y que se vieron de pronto
violadas, prostituidas y con sus documentos legales requisados; profesores de
filosofía que, expulsados de un matrimonio sedante, conocieron el desierto del
abandono y de la soledad; policías que, al borde de la jubilación, se
encuentran hartos de que su trabajo contra el crimen se haya visto durante
décadas torpedeado por intereses políticos, económicos y judiciales… Y, en el
otro lado de la balanza, los feroces responsables del Mal, ordenados
piramidalmente: desde la cúspide (donde se encuentran don Carlos y Cesare
Parelli, habituados a la impunidad y el lujo) hasta la base, donde menudean los
sicarios de gimnasio y palillo en los dientes, que cuentan con la colaboración
de algunos policías corruptos (a quienes les gusta “probar” la mercancía humana
que va llegando). Un escenario de náusea que J. R. Barat organiza
habilidosamente en una novela que, con justicia, se alzó con el premio Ciudad
de Salamanca, y que ahora publica con gran elegancia Ediciones del Viento.
1 comentario:
Humillados y ofendidos. Como media España.
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