miércoles, 5 de febrero de 2014

Los matrimonios



En nuestros tiempos de prisas, comunicaciones superficiales y relajación del pensamiento y el análisis, la lectura de Henry James siempre se antoja un bálsamo y una maniobra a contracorriente. Hay en su prosa una voluntad de introspección, de cirugía moral, que anonada. Cada detalle tiene su objeto. Cada adjetivo, su preciso lugar. Y esas virtudes, que se hallan presentes en sus novelas más extensas y populares (Otra vuelta de tuerca, Los papeles de Aspern, La bestia en la jungla), encuentran su acomodo en estas dos novelas inéditas hasta ahora en España y que Traspiés recupera en la traducción de María Teresa Sánchez Montesinos. Se trata de Los matrimonios y de Louisa Pallant, que giran alrededor de las relaciones sentimentales, las conveniencias, la hipocresía, el honor y los mil recovecos que el espíritu humano vincula a esos temas. En la primera nos encontramos con Adela, la temperamental hija del coronel Chart, que acaba de descubrir con estupefacción (primero) y con rabia (después) que su padre está comenzando a interesarse por Mrs Churchley, una dama que le ronda. Viudo desde hace años, su hija piensa que el coronel inflige una grave ofensa a la memoria de su esposa, dejándose seducir por una nueva mujer. Evidentemente, comenzará a mover todas sus fichas, incluso las más innobles, para conseguir que el proyectado matrimonio entre ambos naufrague antes de tiempo. En la segunda (Louisa Pallant) descubrimos un juego no menos misterioso e inquietante, construido con arquitectónica precisión: un hombre soltero de mediana edad y razonable fortuna ha de ocuparse durante unos meses de la tutela de su sobrino Archie, que está a punto de cumplir su tránsito a la mayoría de edad. La tarea, que no le resulta enojosa en sí misma, se complicará cuando reencuentre a Mrs Louisa Pallant, una bella dama que lo rechazó durante su juventud y que ahora está acompañada por su hermosísima, delicada, culta e irresistible hija Linda, de una edad cercana a la de Archie. Dos situaciones, como se puede observar, donde bajo la tensión de los argumentos fulge y se hace dueño de las páginas un profundo buceo en el alma de sus protagonistas, una anatomía minuciosa de sus emociones. El silencio que rodea a sus figuras y la calma con la que se desenvuelven propician que la lectura del tomo sea también pausada, reflexiva y honda. Henry James hace bajar el número de pulsaciones cardíacas. Es un hecho. Aproxímense al volumen, por tanto, los enemigos del estrés y de la superficialidad: el escritor norteamericano les resultará delicioso.

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