jueves, 27 de febrero de 2014

Jerjes conquista el mar



Una de las cosas más difíciles en literatura, a mi juicio, consiste en presentar de forma creíble a los seres anómalos: a los locos, a los discapacitados, a los enfermos terminales, a los retrasados mentales, a todos aquellos a quienes la mala fortuna o el azar ha convertido en personas distintas. La mayor parte de los escritores que han tenido la osadía de asomarse a ese abismo han incurrido en el esquematismo, el brochazo, la mojigatería o el error, tanto por exceso como por defecto. Pero cuando la tarea y el reto son asumidos por un grande, la cosa cambia. Y Óscar Esquivias es un grande, sin duda alguna.
En la novela Jerjes conquista el mar (Ediciones del Viento, 2009) descubrimos a uno de esos personajes singulares: un chico con un cierto retraso, que trabaja en Telefónica junto a Duque, otro joven discapacitado. Ambos han obtenido el trabajo gracias a un Plan de Integración. Su ambiente familiar es sosegado y dulce, aunque no abunden los recursos económicos: su madre cuida de él con gran cariño; y el novio de ésta, Javier, trata a Jerjes con afecto. El muchacho se siente feliz con su empleo y con la amistad de Duque, con quien comienza a vivir una aventura tan ingenua como fértil: la fotografía. Con la cámara que le regala Javier por su cumpleaños, Jerjes y Duque se dedican a tomar instantáneas de las personas que hay en el hotel frontero al edificio de Telefónica, sobre todo de mujeres. No hay en Jerjes obscenidad ni lascivia: sólo candor. Pero todo va a cambiar pronto en su vida con dos detalles que la volverán del revés: primero, la adquisición de un álbum de fotografías en la Cuesta de Moyano (y la posterior aparición de una persona interesada en esas imágenes); y segundo, que una de las mujeres captadas por su cámara en actitudes sexuales comprometidas es una persona muy famosa del mundo del espectáculo.
Con un lenguaje delicioso, unos personajes de auténtica antología (no sólo Jerjes, sino también Calabria Lisardo, la irascible viuda de Infantes, una librera atrabiliaria y de inestable humor), una estructura tan sencilla como eficaz y un sólido ritmo narrativo, Óscar Esquivias convierte esta novela (que fue la primera que escribió) en una delicia. Quienes ya lo admirábamos por Inquietud en el Paraíso (2005), La ciudad del Gran Rey (2006) o La marca de Creta (2008) tenemos una nueva ocasión para sentirnos felices de frecuentar las páginas de un auténtico crack de la literatura.

No se la pierdan.

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