Una de las cosas más difíciles en
literatura, a mi juicio, consiste en presentar de forma creíble a los seres
anómalos: a los locos, a los discapacitados, a los enfermos terminales, a los
retrasados mentales, a todos aquellos a quienes la mala fortuna o el azar ha
convertido en personas distintas. La mayor parte de los escritores que han
tenido la osadía de asomarse a ese abismo han incurrido en el esquematismo, el
brochazo, la mojigatería o el error, tanto por exceso como por defecto. Pero
cuando la tarea y el reto son asumidos por un grande, la cosa cambia. Y Óscar
Esquivias es un grande, sin duda alguna.
En la novela Jerjes conquista el mar (Ediciones del Viento, 2009) descubrimos a
uno de esos personajes singulares: un chico con un cierto retraso, que trabaja
en Telefónica junto a Duque, otro joven discapacitado. Ambos han obtenido el
trabajo gracias a un Plan de Integración. Su ambiente familiar es sosegado y
dulce, aunque no abunden los recursos económicos: su madre cuida de él con gran
cariño; y el novio de ésta, Javier, trata a Jerjes con afecto. El muchacho se
siente feliz con su empleo y con la amistad de Duque, con quien comienza a
vivir una aventura tan ingenua como fértil: la fotografía. Con la cámara que le
regala Javier por su cumpleaños, Jerjes y Duque se dedican a tomar instantáneas
de las personas que hay en el hotel frontero al edificio de Telefónica, sobre
todo de mujeres. No hay en Jerjes obscenidad ni lascivia: sólo candor. Pero
todo va a cambiar pronto en su vida con dos detalles que la volverán del revés:
primero, la adquisición de un álbum de fotografías en la Cuesta de Moyano (y la
posterior aparición de una persona interesada en esas imágenes); y segundo, que
una de las mujeres captadas por su cámara en actitudes sexuales comprometidas
es una persona muy famosa del mundo del espectáculo.
Con un lenguaje delicioso, unos
personajes de auténtica antología (no sólo Jerjes, sino también Calabria
Lisardo, la irascible viuda de Infantes, una librera atrabiliaria y de
inestable humor), una estructura tan sencilla como eficaz y un sólido ritmo
narrativo, Óscar Esquivias convierte esta novela (que fue la primera que
escribió) en una delicia. Quienes ya lo admirábamos por Inquietud en el Paraíso (2005), La
ciudad del Gran Rey (2006) o La marca
de Creta (2008) tenemos una nueva ocasión para sentirnos felices de
frecuentar las páginas de un auténtico crack de la literatura.
No se la pierdan.
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