jueves, 31 de julio de 2025

Patio interior

 


En ocasiones, una rosa cubierta de rocío exhibe tanta belleza como el esplendor innumerable del rosal. Nuestros ojos pueden viajar por los pétalos de docenas de ellas, pero nuestro olfato y nuestros dedos quedan saciados con la fulguración que emana de la que tenemos frente a nosotros. En el poema “Entraña”, con el que se abre el libro Patio interior, de Rosa Campos, se nos dice que hay un “perfume de lo hondo” que desde “lo íntimo germina” y que después de irradiar “luz sin escasez” como “agua clara emerge”. He tomado cuatro breves sintagmas y los he unido (la autora sabrá disculparme mi labor cisoria) para que pueda valorarse de qué manera, en la página inicial del volumen, está la semilla de todo lo que palpita y esplende después. La poeta de Calasparra (aunque ahora radicada en Cieza) “anhela compartir” su visión del mundo y lo hace de la más noble y literaria de las formas: habitando poéticamente sobre la tierra. Dejando que sus pupilas y su sensibilidad se paseen por el entorno, por la circunstancia orteguiana, y convirtiendo en versos los estímulos que recibe.

A veces, la inspiración brotará de una reflexión serena y honda sobre el paso de las horas (Fugaz el tiempo); a veces, de paisajes tan aparentemente prosaicos como los cajeros de los bancos, que se erigen en metáfora del devenir absurdo de nuestra sociedad (Sin); a veces, de estaciones de trenes o de personas que luchan con tenacidad cívica para que las vías de esos trenes no corten en dos la ciudad (Portadores de luz). Rosa Campos actúa como un viejo pescador: deja que sus redes se deslicen con suavidad hasta el agua y luego, con paciencia ancestral, espera que el bullir de los peces le indique que es el momento de izarlas hasta la cubierta, con su cargamento de escamas plateadas.

En ese cargamento hay ríos de luz, amaneceres radiantes, salas oscuras, palabras que invaden el paladar, hojas que tiemblan, gorriones que cantan, el dios de Spinoza y deliciosas tardes de abril. Es decir, todo lo que podemos anhelar en un libro de versos que, enriquecido con las bellas imágenes de Mª Joaquina Sánchez Dato y el certero prólogo de Míriam Cano Motos, alcanza alturas majestuosas.

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