miércoles, 23 de julio de 2025

Cada palabra es una semilla

 


Disfruto durante dos días de un libro realmente hermoso y profundo de Susanna Tamaro, que se titula Cada palabra es una semilla. Lo traduce Guadalupe Ramírez y lo edita el sello Seix Barral. Son recuerdos y reflexiones que la escritora italiana va hilvanando en cinco secciones de gran interés: las primeras, porque nos permiten conocerla un poco más; las segundas, porque nos invitan a pensar sobre el mundo que nos rodea, donde la desorientación, el consumismo, la estupidez y la manipulación amenazan con destruir todo aquello que (para decirlo con las palabras de Antonio Muñoz Molina) parecía sólido.

La autora de Trieste comienza contándonos que fue una niña con malas notas en la escuela. Y que la situación no mejoró con el paso de los años (“Obtuve más o menos el mismo resultado en la secundaria y, una vez en la enseñanza superior, me estanqué del todo. No entendía el latín, no entendía la filosofía, no entendía las matemáticas, no entendía nada de nada”, p.8). Amaba, eso sí, los pájaros y la natación. Se aficionó a varias disciplinas atléticas, se inscribió en una escuela de cine y comenzó a estudiar violín. Durante años, no supo exactamente qué hacer con su futuro. “Estaba cada vez más inquieta, llevaba una vida muy descontrolada y no lograba encontrarle sentido a nada” (p.19). Pero algunos conceptos los tuvo siempre clarísimos: “¿Qué era la vida? Levantarse por la mañana, ir al cuarto de baño, ir al colegio, comer, hacer los deberes y acostarse para volver a empezar al día siguiente la misma serie de ridículas secuencias. Cuando fuera mayor iría a trabajar en lugar de ir al colegio y esta sería la única diferencia sustancial. Después, el trabajo también se acabaría y mi pelo se volvería canoso; con las piernas vacilantes me quedaría un buen rato en el paso de cebra antes de cruzar la calle. Más tarde mis piernas ya no podrían sostenerme y me acomodaría en el ataúd como durante años me había tumbado en mi cama. Fin del aburrimiento, fin de la repetición, fin de cualquier otra cosa” (p.33).

Mucho más interesante, en mi opinión, es el segundo bloque, donde nos invita a reflexionar sobre la vida, sobre el rumbo que está tomando la humanidad, sobre los peligros de no ser conscientes de nuestra condición frágil (“En nuestro cuerpo suceden millones de procesos bioquímicos por minuto que nos mantienen en vida. Basta que uno solo se interrumpa para ir a parar rápidamente al mundo de las larvas”, p.61). ¿Cómo es posible que nos mantengamos tan tercamente ciegos ante esa evidencia fisiológica? ¿Y cómo es posible que no advirtamos tampoco que todos los seres vivos habitamos en un mundo hostil, donde la lucha por la supervivencia puede permanecer oculta, pero es innegable y durísima (“El mundo que nos rodea es, en realidad, un ruedo. Un ruedo donde se combate de todas las maneras posibles para lograr derrotarse recíprocamente. Es un mundo hecho de aguijones, de garras, de colmillos, de dientes, de púas, de rostros, de mandíbulas, de corazas, de mimetismos, de engaños y de trampas. Es un mundo en que no es posible distraerse ni un instante ni bajar la guardia”, pp.63-64)?

Convenientemente manipulados por un sistema que nos vende ruido a todas horas, “derechos” inalienables y crecientes y falsas ideas de libertad, caminamos por un sendero que conduce directamente al borde del acantilado, sin que nadie parezca escuchar las advertencias del peligro que amenaza con destruirnos, porque estamos encantados con ese entorno delirante de consumismo inmoral (“Satisfechas las necesidades primarias (comer, beber, tener un techo que nos protege) hemos podido dedicarnos enteramente al culto espasmódico de nuestros deseos. Emparejarnos, poseer, morir cuando queremos, tener hijos por encargo, escogiendo su color y su sexo, ser indemnizados (siempre y en cualquier caso) por todo aquello que no funciona de la manera en que hemos imaginado que debería funcionar. La ampliación de la libertad ha llevado al aumento de las reivindicaciones. Tengo derecho a esto, a aquello. Me habían garantizado que sería así, ¡alguien tendrá que pagar!”, pp.114-115).

Literalmente, este libro lleno de preguntas, de reflexiones, de zarpazos, hace que tu mente entre en ebullición. No se puede renunciar a su lectura.

No hay comentarios: