Inés
se define con tanta exactitud en la página 709 de esta novela que me voy a
limitar a copiar sus palabras: “Una mujer joven, feliz, enamorada de un hombre
y de muchos hombres, de un sueño roto y de sus pedazos, de una causa enterrada,
más que perdida, condenada a una inexistencia más injusta que el olvido”. No
son palabras casuales. La chica se educó en una familia de ideas falangistas,
aunque ella desarrolló muy pronto las suyas (“En aquella época, yo ya había
empezado a pensar por mi cuenta”, p.57), que la llevaron a frecuentar el Lyceum
Club, donde se entera de la existencia de las Misiones Pedagógicas. Denunciada
por un amigo de su hermano en 1939 terminó recalando en la cárcel de Ventas, y
después en un convento (donde intentó suicidarse), del que salió para
“reinsertarse” gracias a la intermediación de su hermano Ricardo y su cuñada
Adela, pantomima que se prolonga hasta el año 1944, en que un acontecimiento
crucial transformará su vida por completo: la invasión del Valle de Arán por
tropas antifranquistas que se planteaban la reconquista de España. Tras unirse
a los combatientes, conoce al capitán Galán y surgirá un amor impetuoso,
irrefrenable, que la empapará hasta el tuétano (“Entre la invasión y él, entre
España y él, entre la Historia y él, me quedaba con él”, p.316); a su lado
sentirá el impulso de devolver la democracia a España, de luchar con entusiasmo
por unos ideales de igualdad, de justicia y de libertad que se opongan a la
asfixia dictatorial que domina su país. Tendrán que pasar por los disparos, por
los escondites, por la clandestinidad, por documentos de identidad
falsificados, por disimulos, por el hambre, por el exilio intermitente. Pero
todos habrán de hacerlo, pese a los instantes de desánimo (y de ahí el título
de la novela) con alegría. “Esa es la consigna, alegría. Para no acusar los
mordiscos del destino, la muerte, el hambre, la farsa intolerable de los
tribunales, el frío de los paredones al amanecer, la tenaz crueldad de una
derrota que renace en la luz de cada mañana. Alegría para no venirse abajo,
para no ablandarse, para no ceder al desánimo, para soportar las caídas, para
caer con entereza, para aguantar la tortura con la boca cerrada en los sótanos
de las comisarías” (pp. 458-459).
Personajes
históricos como Santiago Carrillo, La Pasionaria o Jesús Monzón, se mezclan con
Galán, Comprendes, Adela, Amparo, Montse o la propia Inés, para componer una
novela densa, con hilos que cruzan del presente al pasado, con narraciones que
se mezclan y se enriquecen, llena de emociones, de vibraciones y de anhelos,
para terminar con una imagen melancólica, de éxito y de fracaso, de alegría
triste, de tristeza alegre, en la que los supervivientes de aquellas luchas y
de aquellas esperanzas posan, junto a una caja con cinco kilos de rosquillas,
para que una fotografía los inmortalice.
Con
este volumen, la escritora madrileña comenzó su proyecto “Episodios de una
guerra interminable”, compuesto por seis tomos, de los que sólo cinco vieron la
luz antes de la muerte de la autora. El titular genérico (ella misma lo
explicó) suponía un homenaje a don Benito Pérez Galdós, quien tampoco pudo
terminar sus propios Episodios.
Da igual que sean ustedes de derechas o de izquierdas, da igual lo que ustedes opinen sobre Franco, la IIª República, Almudena Grandes o el comunismo: esta obra es un auténtico monumento de la literatura española reciente. Por su belleza formal, por su estructura, por su documentación, por su solidez narrativa. Léanla y se convencerán.
1 comentario:
Es una obra maravillosa, se mire como se mire, y como bien dices, da igual la ideología política o los gustos literarios, esta novela es una joya.
Besitos.
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