Me termino de leer
un libro con el que estuve mariposeando durante los días navideños: La manipulación publicitaria, del
cartagenero Joaquín Navarro Valls (Dopesa, Barcelona, 1971), que me ha parecido
un plastazo de muy considerable volumen. Parece mentira que con tan sugerente
tema se pueda propinar al lector tamaño conjunto de bostezos, a través de una
prosa reiterativa, sin vuelo, plúmbea a más no poder. Repite cada cosa media
docena de veces, “estirando” lo que no es, en síntesis, más que un opúsculo de
chata redacción. Qué pena. Además, creo que en mi ejemplar faltan láminas, lo
cual termina de entorpecer (no creo que mucho) la lectura. Qué insufribles
pueden llegar a ser, en literatura, los torpes.
“El anuncio
publicitario es la piel de nuestra época”. “Ernest Dichter aconsejaba a los
fabricantes de calzado: A las mujeres no
les vendan zapatos, véndanles pies bonitos”. “La publicidad,
indirectamente, aumenta el sentimiento de falta de plenitud que acompañará al
hombre mientras haya historia”. “Quien asegura ver demasiadas novedades a su
alrededor no suele saber historia”.
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