David
Kepesh es un profesor universitario que, además de ser muy conocido por sus
intervenciones televisivas y periodísticas, se singulariza por un detalle algo
más escabroso: es un coleccionista de alumnas. Las cataloga, las evalúa, las
tasa y, por supuesto, se acuesta frecuentemente con ellas. En público y en
privado se deshace en elogios hacia la revolución sexual de los 70 que, en su
opinión, ha ido creando “una generación de asombrosas expertas en felaciones”
(16). Tampoco tiene empacho en admitir que cuando establece un diálogo
intelectual con alguna de esas alumnas hay un motivo más que evidente: “Siento
curiosidad por su manera de ser porque quiero follármela” (22).
Cuando ya
tiene 62 años, en 1992, Kepesh se encuentra en su aula con Consuelo Castillo,
una cubana de 24 años a la que define con voluptuosidad y de la que le
embriagan sus pechos, que define como grandes y perfectos. A partir de ese día,
y desplegando a su alrededor todas sus artimañas donjuanescas, se obsesionará
con la idea de hacerla suya. Este despliegue lo acompaña con reflexiones sobre
el paso del tiempo (“¿Qué haces si tienes sesenta y dos años y te das cuenta de
que todos esos órganos invisibles hasta ahora (riñones, pulmones, venas,
arterias, cerebro, intestinos, próstata, corazón) están a punto de hacerse
penosamente evidentes, mientras que el órgano más sobresaliente durante tu vida
está condenado a reducirse hasta la insignificancia?”, 34) y también sobre la
muerte (“El sexo no es solo fricción y diversión superficial. El sexo es
también la venganza contra la muerte. No te olvides de la muerte. No la olvides
jamás”, 60).
Convirtió
a Consuelo en su amante durante “poco más de año y medio” (75), pero la huella
que dejó en él fue tan honda que, cuando apareció para hacerle una revelación
terrible, aún seguía obsesionado con ella.
Novela
explícita (por momentos lírica, por momentos incómoda) en la que Roth se
sumerge bajo la piel de un libertino moderno que explica intelectualmente su
posición y que alza su bandera por encima de convencionalismos, normas y otros
engranajes de la hipocresía social.
1 comentario:
Cojons, hoy traes un librazo de mucho cuidado...explícito si, pero extraordinario.
Besitos.
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