Pedro
tiene unos treinta años. Trabaja como administrativo e imparte clases, porque
necesita un dinero extra para mantener el hogar que comparte con Rosa. Pero, a
pesar de todas las apariencias de normalidad con las que intenta moverse por el
mundo, no ha terminado aún de comprender (o de aceptar) quién es. Tras varios
años de relación con su pareja, y aprovechando que es día de carnaval, ha
decidido dar rienda suelta a un viejo deseo que le palpita en lo más íntimo de
su ser: se coloca un sujetador con relleno, se apropia de unas bragas ajenas,
se calza unos zapatos de tacón vertiginoso y comienza a contonearse al son de
la música. Cuando Rosa entra en casa, él perfecciona su operación de
travestismo pidiéndole que se coloque un traje masculino, se ponga un bigote,
trate de impostar la voz y “la” seduzca como lo haría Humphrey Bogart. Pedro,
obviamente, es la felina Lauren Bacall.
Al
principio, la mujer se avendrá a este juego, pero pronto comienza a
inquietarse: Pedro se está comportando de una forma demasiado agresiva,
demasiado extraña, demasiado turbadora. ¿Qué se esconde detrás de su actitud?
Cuando él comience a desgranar ante la mujer algunos de los episodios de su
infancia, ella comprenderá más nítidamente a qué situación se enfrenta.
Esta
breve pieza de Paloma Pedrero nos adentra en el mundo de los deseos ocultos o reprimidos,
en la trastienda anímica que muchas personas esconden o sobrellevan. Y lo hace
con una delicadeza fiereza, con una cruda ternura, que se resuelve en la
significativa escena final.
Eficaz,
como siempre, la dramaturga madrileña consigue colocar ante nuestros ojos una
situación tan incómoda como necesaria. Un espejo oscuro en el que muchos
rostros se mirarán con desasosiego.
1 comentario:
Este para mi y lo quiero ya...imagino la puesta en escena y ya noto el subidón.
💋💋💋
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