sábado, 14 de octubre de 2017

Miguel Hernández: en las lunas del perito



Catulo, el bravo poeta italiano, lo dijo imperecederamente en una de sus páginas: “Difficile est longum subito deponere amorem”. En efecto: es casi imposible abandonar de pronto un largo amor. Y como “amor” conviene definir, porque el sustantivo resulta exacto, el vínculo que el catedrático Francisco Javier Díez de Revenga ha establecido desde siempre con la figura y la obra del escritor oriolano Miguel Hernández, sobre quien ha compuesto y dictado lecciones imborrables.
De ese fervor se nutre el volumen Miguel Hernández: en las lunas del perito, que acaba de ver la luz en la Fundación oriolana que lleva el nombre del poeta. Allí, reunidos en feliz orden, encontramos un buen número de detalles sobre el “genial epígono” del 27 (Dámaso Alonso dixit), sobre “el sorprendente muchacho de Orihuela” (habla ahora Juan Ramón Jiménez) o, si nos ceñimos al fulgor de la poesía, sobre el autor de las “Nanas de la cebolla”, la “Elegía a Ramón Sijé” o los versos incandescentes de El rayo que no cesa.
Con el acostumbrado rigor que preside sus trabajos, el catedrático murciano se acerca a la historia de cómo Perito en lunas se fue conformando (con octavas descartadas, con rectificaciones textuales) y vio la luz en la colección Sudeste (se reproduce incluso el contrato de edición en la página 27); nos aproxima hasta los dialectalismos que aparecen en los versos juveniles de Hernández; nos sintetiza jugosas anécdotas sobre la amistad que lo unió a grandes periodistas murcianos, como José Ballester o Raimundo de los Reyes; nos informa sobre las colaboraciones de Miguel con la Universidad Popular de Cartagena; nos explica las vinculaciones literarias y amistosas que lo unieron a los componentes del 27; nos aporta explicaciones acerca de las deudas que la poesía de Hernández tiene con Góngora y Quevedo, con Lope y con Calderón de la Barca, con Rubén Darío… pero también con el fresco y sencillo venero de la poesía popular, que humedeció sus raíces líricas de principio a fin; nos habla de sus conexiones con el artista murciano Ramón Gaya (ambos nacieron en octubre de 1910, con veinte días de diferencia); o nos transcribe unos versos donde el malogrado poeta de Orihuela llega a sugerir y anhelar “nada menos que el trasvase del Tajo y del Ebro a las huertas de Levante” (p.298).
¿Un libro para profesores? Qué duda cabe. ¿Un libro para especialistas y críticos literarios? Por supuesto que sí. Pero, sobre todo y ante todo, un libro para lectores enamorados de Miguel Hernández, para quienes se hayan sentido conmovidos hasta las lágrimas con sus versos. Porque, por encima de su erudición y de su vasta sabiduría, eso es Francisco Javier Díez de Revenga: un lector de Hernández que nos ayuda a entender mejor muchas de sus composiciones.

1 comentario:

La Pelipequirroja del Gato Trotero dijo...

Este hay que saborearlo si o si...

Beso 💋