Leyendo a velocidad normal, se necesitan apenas
quince minutos para leer este poemario de Francisco Javier Illán Vivas, que se
titula Equipaje ligero y que salió a
la luz hace un año con el sello ADIH. Si, por el contrario, uno detiene la
mente en el sentido filosófico o existencial de cada uno de los pequeños poemas
del volumen, la duración de la lectura puede extenderse hasta donde se quiera:
un día, una semana, un año. Porque la condición de estos versos aparentemente
desnudos, engañosamente desnudos, es que cobijan una densidad interna muy
notable, casi como si fueran magnetares.
Habita en ellos un amplísimo arco de emociones (la
desesperanza, el amor, la frustración, la soledad, el hastío, la duda, el
miedo), que el poeta conjuga con pocas y exactas palabras, para crear sus
músicas de miniatura, sus viñetas diamantinas, sus teselas tristes. Así, nos
encontramos en sus páginas con breves pero amargas confesiones existenciales
(“No sueño / no aguardo / no confío / no vivo: / paso, / sin más”), con
metáforas en las que brilla el óxido de la acedía (“Este tren / no se detiene /
en ninguna estación”), con reflexiones de espíritu oriental (“De tu mirada / a
mi mirada / ¿sólo un paso?”), con
estructuras en las que la epanadiplosis nos hace tragar saliva (“Sangro
/ de silencio, / sangro”) o con juegos visuales que habrían hecho las delicias
de muchos poetas simbolistas (“En el horizonte, / el día / apaga su colilla”).
Pero también nos encontramos con la fuerza
impulsora del amor, que borra los grises y da sentido a la existencia del vate
(“Las puertas cerradas / y confusión, / esos trenes / viajan opuestos, / antes
de conocerte / sólo puertas cerradas / y confusión, / sombras / sombras de nada
/ y confusión. / Antes de conocerte”) o que lo impulsa a convertir los dones de
la amada en su estandarte, alzado para mostrar al mundo la felicidad que lo
embarga (“Escribiré sobre mi espalda, / convertida en concha, / el año, el mes,
el día, / la ciudad, la calle, el lugar / donde me miraste”).
Versos para sentir y para pensar, para saborear y
para asimilar, para perderse y para encontrarse.
Versos de Francisco Javier Illán Vivas.
8 comentarios:
Una única palabra, tres veces: Gracias, gracias, gracias
Cuando alguien no es capaz de pararse, en cada uno de esto, breves pero infinitos, versos y disfrutarlos con toda la intensidad, de quien disfruta ver pasar una estrella fugaz, es que no aprecia la vida, en todos y cada uno de sus momentos, o está próximo a la estación de la muerte y ya casi todo le importa una mierda.
Pequeño pero excelente.
Compartiendo, que es gerundio
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