jueves, 17 de noviembre de 2016

Poemas



“Este pequeño compendio de poemas sale a la luz pidiendo disculpas, como quien dijo sin querer algo que sólo lo estaba pensando [...] Leedlo de noche, medianamente ebrios y con holgura en el cerebro”. Ésta es la petición que formula el conquense José Luis Coll en las últimas líneas del prólogo que abre sus Poemas, puestos en las librerías por Polar Ediciones en 1983.
Se trata de un tomo donde se cobijan dos tipos de composiciones. En las de aliento más largo (versos de arte mayor) el famoso humorista no suele acertar casi nunca con el aliento poético. Se muestra falto de ritmo; emplea unas rimas pobres (cuando no directamente ripiosas: “Yo tengo nariz para oler lo bueno. / Con ella no huelo lo que huele a cieno”); y tampoco consigue brillar en el empleo de metáforas y adjetivos. En los poemas de arte menor, en cambio, sí que logra algunos instantes felices, teñidos de un cierto toque filosófico o temporal (“La muñeca de mi hija / siempre está quieta. / La muñeca de mi hija / es ya mi nieta”) o embarcados en reflexiones sobre asuntos tan humanos como el amor, la compasión o la amistad (“Hallé un día entre los hombres / un leal y fiel amigo. / Jamás se lo dije a nadie. / Nadie me hubiera creído”).

En suma, un volumen no demasiado relevante en la trayectoria literaria del autor y que, con otra firma, ni siquiera habría sido publicado.

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