La mayoría de los seres humanos nacemos, crecemos y
morimos en círculos pequeños, donde los parámetros vitales están definidos con
nitidez: un cierto idioma, unas ideas religiosas imperantes, un entorno
previsible, unas relaciones sociales convencionales, unos modos. En suma, una
dialéctica bastante sencilla y anquilosada entre el “esto sí” y el “esto no”.
Sólo en vacaciones o en carnavales osamos traspasar tímidamente esas fronteras
y nos autorizamos habitar una piel distinta. Así que la fábula terrible que
Pablo de Aguilar González nos propone en Cuéntame
cosas que no me importe olvidar zarandea nuestra arquitectura interior y
nos hace tragar saliva.
Estamos en plena Navidad y en las tristes
inmediaciones de una oficina de empleo. Allí se encuentran varias personas a
quienes la actual crisis-estafa ha expulsado de su círculo y ha lanzado al
vértigo de la niebla: Reyes, que después de tres décadas desempeñando un cargo
administrativo ha perdido su trabajo y ha sido abandonado por su esposa; Susano,
que realiza equilibrios en el angustioso filo del desahucio y que no consigue
apartar de su memoria a Abril, una sobrina política de la que está enamorado;
Nacho, antiguo dios arrogante de las inmobiliarias, que no acaba de aceptar que
su vida poblada de coches de alta gama, despilfarros en alcohol y contratación
de putas de lujo ha tocado a su fin; Félix, al que erosiona un cáncer y que,
por dignidad, se niega a seguir el extenuante e inútil tratamiento que los
médicos le prescriben... Todos se verán envueltos en un misterioso enigma
cuando sea encontrado el cadáver de uno de ellos y se descubra que, tiempo
atrás, recibió casi dos millones de euros en la lotería. ¿Quién lo asesinó en
su propia casa y se llevó una parte del dinero que guardaba allí?
Pablo de Aguilar, utilizando ese hilo negro,
consigue unir en este volumen las historias de un grupo de perdedores que, en
el fondo, representan a todos los perdedores de un país y de una época. El aquí
y el ahora de una España envilecida hasta el vómito por quienes han manejado
durante décadas los hilos de la política y del dinero, sin preocuparse por las
consecuencias. De tal suerte que la telaraña final nos muestra, con detallismo
doloroso, un buen manojo de derrotas crueles y hasta un complicado enredo relacionado
con el tráfico de drogas, que se irán trenzando en una novela muy bien
construida, en la que el autor consigue dibujar juegos malabares muy
habilidosos con delincuentes violentos, seres derrotados, policías adúlteros,
cuñados vengativos y otros especímenes igualmente chocantes, que mantienen la
atención del lector sin ningún desmayo narrativo. Una gran propuesta para este
final de año literario.
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