sábado, 19 de noviembre de 2016

La Estancia



Hace años se publicó en España (traducido por Miguel Candel y Marta Pino para el sello Paidós) un interesante trabajo de Stuart Kelly que se titulaba La biblioteca de los libros perdidos. En él nos ofrecía un paseo (erudito pero también muy sugerente e imaginativo), por gran número de obras literarias que jamás se escribieron o que en la actualidad se encuentran perdidas. Entre sus páginas aparecían referencias a Shakespeare, Aristófanes, Gogol, Jane Austen, Dickens, Dante, Milton, Flaubert, Goethe o Zola, pero no se mencionaba por ningún sitio a John Polidori, aquel médico tímido que convivió con lord Byron y Mary Shelley en Ginebra, durante el verano de 1816, y que no alcanzó más que una tibia repercusión después de publicar su breve novela El vampiro, antecedente del posterior Drácula, escrito por Bram Stoker.
Ahora, el escritor murciano Pedro Brotini se lanza a sugerirnos desde las páginas de La Estancia (publicada por La Fea Burguesía) una hipótesis llena de interés narrativo: ¿es posible que Polidori, a pesar de haber vivido siempre a la sombra castradora de lord Byron, concluyese una obra maestra y se editara de la misma un cortísimo número de ejemplares, que la convirtieron en una rareza editorial? Los testimonios de autores y críticos que dicen haber visto esa novela son tan escasos y circunstanciales que ningún investigador se toma en serio su presunta existencia... salvo Armando, un bibliófilo de finísimo olfato que dedica una buena parte de sus esfuerzos a esclarecer el misterio. Tras su muerte, será su viuda quien decida enarbolar ese estandarte y continuar la búsqueda de la enigmática narración de Polidori, para lo cual necesitará la ayuda de Irene (una antigua doctoranda que en la actualidad trabaja como cuidadora de ancianos) y de Markus (un brillante falsificador, que ya rebasó la edad de la jubilación).
Pero Pedro Brotini no se queda anclado en ese esquema narrativo, que resulta accesible a cualquier mentecato con ínfulas de bestseller. Lo que sus páginas nos proponen, por el contrario, es algo más denso, más duradero, más sugerente: un ejercicio de buena literatura, donde el lenguaje, la sintaxis y la erudición se conjugan con un exquisito cuidado de la arquitectura novelesca. Al avanzar por La Estancia, el lector se da cuenta de que está adentrándose en una propuesta que no está edificada con trucos baratos o repetidos, diseñados para capturar su atención, sino que se vertebra sobre personajes creíbles, con un hilo argumental verosímil y con un manejo brillante del material literario. Y también se da cuenta de que, en el fondo, Pedro Brotini le está contando varias historias de amor, fundidas en un mismo volumen: el amor entre Mary y John; el amor entre Armando y Aurora; y, por encima de todo, el amor a los libros, que es una constante que empapa, en gran medida, a los personajes de esta novela, desde el origen de los hechos históricos (Lord Byron, Mary Shelley, John William Polidori) hasta el presente.

El ganador del IV Premio Volkswagen Qué Leer (lo obtuvo en el año 2011 con su novela El tiempo de las palabras azules) ha vuelto con un libro muy notable, donde corrobora las excelentes sensaciones literarias que nos dejó. Y la editorial La Fea Burguesía vuelve a acertar con esta incorporación a su catálogo.

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