viernes, 25 de noviembre de 2016

Las palabras en la arena



Estamos en el año 30 d. C., en las inmediaciones de Jerusalén. Noemí, la esposa de Asaf (jefe de la milicia del Sanedrín), se encuentra inquieta e ilusionada, porque un viaje de su marido le va a posibilitar cumplir un deseo: citarse con el centurión romano Marcio, de quien está enamorada. De hecho, envía a su sirvienta (a la que todos llaman La Fenicia) para que le comunique la noticia al soldado imperial.
Entretanto, su marido y otras personalidades religiosas de la ciudad (saduceos, sacerdotes, fariseos) vuelven del Templo absolutamente irritados: al parecer, un predicador llamado Jesús, al que muchos llaman Rabí, ha impedido la justa lapidación de una pecadora utilizando un recurso inesperado: ha escrito unas palabras en la arena. Mientras le explica la escena a su esposa se da cuenta de que tanto ella como la sirvienta parecen demasiado nerviosas; y su suspicacia se verá incrementada cuando a La Fenicia se la caiga al suelo una bolsa donde brillan las monedas que Marcio le ha dado como pago por sus servicios como recadera. De ahí a acusar a la criada de prostitución hay un paso muy corto. Y ella tendrá que defenderse de la única manera posible: explicando que ha sido su señora quien le ha ordenado realizar esa misión.

Antonio Buero Vallejo, uno de los dramaturgos más talentosos de la Historia de España, consigue construir en esta breve pieza una historia tan terrible como eficaz, donde nos pone ante los ojos una profunda reflexión sobre la culpa, sobre la fidelidad y sobre la ira. Escoger a este autor es una de las mejores ideas que se pueden tener a la hora de elegir un libro.

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