Estamos en el año 30 d. C., en las inmediaciones de
Jerusalén. Noemí, la esposa de Asaf (jefe de la milicia del Sanedrín), se
encuentra inquieta e ilusionada, porque un viaje de su marido le va a
posibilitar cumplir un deseo: citarse con el centurión romano Marcio, de quien
está enamorada. De hecho, envía a su sirvienta (a la que todos llaman La Fenicia ) para que le
comunique la noticia al soldado imperial.
Entretanto, su marido y otras personalidades
religiosas de la ciudad (saduceos, sacerdotes, fariseos) vuelven del Templo
absolutamente irritados: al parecer, un predicador llamado Jesús, al que muchos
llaman Rabí, ha impedido la justa lapidación de una pecadora utilizando un
recurso inesperado: ha escrito unas palabras en la arena. Mientras le explica
la escena a su esposa se da cuenta de que tanto ella como la sirvienta parecen
demasiado nerviosas; y su suspicacia se verá incrementada cuando a La Fenicia se la caiga al
suelo una bolsa donde brillan las monedas que Marcio le ha dado como pago por
sus servicios como recadera. De ahí a acusar a la criada de prostitución hay un
paso muy corto. Y ella tendrá que defenderse de la única manera posible:
explicando que ha sido su señora quien le ha ordenado realizar esa misión.
Antonio Buero Vallejo, uno de los dramaturgos más
talentosos de la Historia
de España, consigue construir en esta breve pieza una historia tan terrible
como eficaz, donde nos pone ante los ojos una profunda reflexión sobre la
culpa, sobre la fidelidad y sobre la ira. Escoger a este autor es una de las
mejores ideas que se pueden tener a la hora de elegir un libro.
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