viernes, 11 de noviembre de 2016

El ojo de la cerradura



El valenciano Juan José Millás es, aparte de un novelista respetado y que ha obtenido multitud de premios por sus producciones (el Nadal, el Primavera, etc), un articulista brillante, eficaz e irónico, en el que chisporrotean docenas de imágenes memorables, adjetivos majestuosos, enfoques únicos y remates dignos de grabarse en mármol.
En El ojo de la cerradura se apresta a comentar, utilizando su inconfundible estilo, lleno de humor negro, inteligencia y cultura, un manojo de fotografías sobre las que aplica su mirada de observador agudo. Comentar estas páginas sin tenerlas delante constituye, desde luego, un atrevimiento, porque palabras e imágenes se funden en este libro para crear territorios inesperados, fogonazos de luz y bofetadas de asco. Así, cuando vemos, por ejemplo, a una serie de iraquíes (entre los que hay incluido un niño) atados y con los ojos vendados, que permanecen en cuclillas, ironiza con tristeza sobre la superioridad moral de los occidentales, que peinamos bien a los niños para este tipo de imágenes. O cuando nos coloca ante los ojos la imagen de una mujer que ha pasado por una clínica de cirugía estética y que muestra un escote esplendoroso y turgente, aclara que durante su niñez pensaba que los senos de las mujeres eran totalmente redondos, y que el descubrimiento de los pezones le produjo, años después, vértigo. La frase con la que completa el párrafo es estupenda: “Emocionalmente estoy en contra del pezón, pero racionalmente apoyo su existencia”. O cuando nos hace tragar saliva con la columna La maleta es un cuerpo, protagonizada por una anciana que tiene que abandonar su hogar tras el derrumbe del mismo. O cuando lamenta que nunca sea el momento oportuno (vaya por Dios) para retirar los símbolos franquistas de las calles españolas. O cuando...
Podría multiplicar los ejemplos y seguiría sin dar ni siquiera un pálido reflejo de lo que este volumen contiene, porque en todas sus páginas aletean el ingenio, la acerada exactitud de su ironía o el fulgor estilístico de un prosista excelso. Dense el gusto de disfrutar con esta obra y luego me cuentan.

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