Ha vuelto a
ocurrirme. Me pasó cuando leí esta obra en mi juventud y ahora que la releo me
encuentro con la misma incertidumbre. ¿Esperando
a Godot es una obra genial, metafísica, profunda, de la que extraer mil y
una lecciones sobre el sentido de la vida humana; o, por el contrario, es una
tontuna coyuntural que, dentro de un siglo, será juzgada como fruslería o
blablableo? Me siento incapaz de pronunciarme con firmeza. Hay secuencias y
frases de la obra que te dejan anonadado y reflexivo. Y otras en las que
percibes un cierto aroma de tomadura de pelo literaria. No sé. Es complicado.
Vladimir y
Estragón se encuentran en escena solos, junto a un árbol, esperando la llegada
de un misterioso Godot que, un día tras otro (y al parecer sucede así desde
tiempo inmemorial), excusa su presencia y los emplaza mediante un chico para la
jornada siguiente. Ellos, ansiosos y aburridos a partes iguales, juegan a
hablar, a distraerse con lo que pueden, piensan en ahorcarse, piensan en irse,
piensan en diálogos absurdos y, cuando las fuerzas flaquean y están a punto de
darse por vencidos, pronuncian el diálogo-mantra que los mantiene pegados a la
escena: no pueden irse porque están esperando a Godot. Cuando aparecen por allí
el despótico Pozzo y el lacayuno Lucky (irónico nombre), algo diferente se
ofrece ante sus ojos, pero es un espectáculo bochornoso: contemplar cómo el
primero humilla al segundo, al que lleva atado con una cuerda y a quien insulta
y maltrata de un modo continuo y lamentable. Apenas más. El resto son frases de
gran brevedad que se van alternando con un ritmo hipnótico, en trayectorias
circulares que los dejan (y nos dejan) siempre en el mismo punto: vacíos,
huérfanos de toda explicación, pobres, hambrientos… y esperando a Godot.
Apuntaré
algunas de las sentencias del libro: “Las lágrimas del mundo son inmutables. Por cada
uno que empieza a llorar, en otra parte hay otro que cesa de hacerlo. Lo mismo
pasa con la risa” / “No hablemos mal de nuestros tiempos; no son peores que los
pasados. Claro que tampoco debemos hablar bien. No hablemos” / “Todos nacemos
locos. Algunos siguen siéndolo”.
Y después sólo me queda
quedarme callado. Quizá vuelve a la obra en mi vejez, para completar el ciclo y
descubrir si he logrado extraerle su enigma.
2 comentarios:
Soy F.M.Clares. La idea es que es una obra para teatro, inspirada además en las interpretaciones de clown, la pareja de tontos o el listo y el tonto alternativamente. Puesta en escena bien interpretada gana mucho. Ahora bien, para mí lo malo está, como en toda la obra de Becket, en su nihilismo absoluto, sin esperanza. Y como forma literaria, su esterilidad o sequedad. No obstante, es una obra que seguramente no perderá vigencia, por representar un aspecto trágico del ser humano en clave de farsa. Es tendencia también en Valle-Inclán o en ciertas obras de Brecht, pero en Becket llega a lo absurdo.
A mí, de Esperando a Godot", me quedó una frase que me inquietó mucho. Es cuando uno de los vagabundos se saca una pulga de la ropa y el otro vagabundo le dice: mátala, que de una pulga se puede reproducir todo la especie humana.
Por otra parte, es conocido el nihilismo de Becket (aunque hay quien sostiene que el nihilismo no existe). Yo lo leí demasiado joven y me dejó una influencia bastante mala y negativa. Me tuve que olvidar de él.
Publicar un comentario