Rara será la persona culta que ignore que el
caravaqueño Luis Leante es el único murciano que ha obtenido en la historia el
premio Alfaguara de novela, con su obra Mira
si yo te querré. Pero sí que es probable que algunas de esas personas no se
hayan enterado de que, mientras se hacía público el galardón, estaba editándose
una novela juvenil del mismo autor, que pasó bastante inadvertida como
consecuencia del enorme impacto mediático derivado de la primera. Esta obra,
que a mí me gustó muchísimo desde sus primeras páginas, se titula La puerta trasera del paraíso y nos
cuenta una emocionante aventura que se inicia en las arenas de Khassar, en
pleno desierto del Sáhara (donde viven los esposos Fatma y Brahim), y que
termina en España.
El protagonista principal se llama Joaquín, y es un
adolescente que tiene en Mario a su mejor amigo. Comparten instituto, comparten
inquietudes, y se van acompañando y enriqueciendo el uno al otro durante los
años porosos y fértiles de la pubertad. Un día, después de un accidente de
coche en el que resulta atropellado un árabe llamado Ahmed, Joquín comienza a
descubrir cosas que ignoraba sobre sus orígenes, secretos ocultos en su
historia familiar. E iniciará una búsqueda que lo llevará hasta Alicante, donde
tiene la seguridad de que se encuentra su auténtico progenitor, un saharahui
que trabaja en el Gran Circo Ruso y que se encuentra muy enfermo. Buscando a
ese hombre, el adolescente se buscará a sí mismo, y no le importará sufrir
penalidades junto a su amigo Mario (dormir a la intemperie, ser víctimas de un
robo, sufrir amenazas por parte de varias personas), porque intuye que sólo
reuniendo todas las piezas del puzle conseguirá completar su corazón.
El lenguaje está muy bien adaptado a la condición
de sus protagonistas (el autor reproduce el léxico y la sintaxis de los jóvenes
con gran verismo), pero eso no significa que en ningún momento Luis Leante se
permita la equivocación de rebajar el nivel de su exigencia literaria: no hay
página alguna en la que flaquee el estilo, ni en la que renuncie a la
exquisitez. Y eso es más de lo que puede pregonarse de muchas otras novelas
juveniles que, con la excusa barata de su “público potencial”, se humillan
hasta cotas abisales. El lector de Luis Leante puede coger sin ningún rubor La puerta trasera del paraíso: no le
defraudará.
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