martes, 11 de noviembre de 2014

Hablar durante las comidas



Érase una vez un lugar llamado Los Olmos. Érase una vez un lugar llamado Puerto Errado. A quienes conozcan un poco la obra narrativa de Pascual García estos nombres les resultarán habituales, incluso familiares. Están en otros libros suyos. Son dos puntos destacados y significativos de su geografía literaria. Dos reductos montaraces, abruptos, en los que viven hombres silenciosos y mujeres abnegadas, curtidos por el frío y las ventiscas, que intentan sobrevivir en medio de condiciones muy duras. Ahora, en este volumen donde se alinean cuarenta y un preciosos cuentos, los vemos reaparecer como telón de fondo en varias de las historias.
Fiel a su condición, el autor de Moratalla mantiene los núcleos de su estilo literario: la excelencia de la forma, la brutalidad desnuda de sus escenarios, la finura con la que penetra en el alma de sus historias y las convierte en pequeños diamantes de recuerdo imborrable... Pascual García es uno de los mejores cuentistas que conozco, y les aseguro que conozco a muchos, en persona o por sus libros. Hablar durante las comidas es una demostración más de que se ha erigido ya en un maestro del género. Y un maestro que no elude ningún tema, de los muchos que componen el intrincado laberinto del alma humana: el amor, el odio, la venganza, el dolor, la soledad, la envidia, los celos, la frustración, la derrota, la muerte... Para todos esos estados existe un cuento en este tomo, que le sirve como ejemplo. Porque Pascual García se propone, ante todo, diseccionar el interior de sus personajes, ofrecernos sus entrañas y que leamos en ellas, como si fuéramos arúspices, los mil recovecos que cobijan. De ahí que se fije en sus personajes con atención y los someta a un análisis bien detallado. No le interesan los muñecos de cartón piedra. Él quiere seres vivos moviéndose por sus páginas. Y esos seres vivos, con los que establecemos como lectores unos vínculos de atracción y de repulsión, son observados por el microscopio privilegiado (o por el bisturí privilegiado) que es siempre la literatura.
En el cuento “Desahucio” nos encontramos con uno de esos temas que tan de actualidad se han puesto últimamente; en “La extraña pareja” nos acerca hasta un matrimonio que viaja en tren hacia el lugar donde el marido tendrá que ingresar en un centro sanitario, del que quizá no salga; en “Errabundo y sin consuelo” constatamos que un teléfono puede convertirse en una válvula de escape con la que huir de la tristeza y encontrar una luz al final del túnel; en “Algún día” se nos hablará de un noviazgo antiguo, rural, que lleva camino de eternizarse; “Objetos perdidos” tiene una carga simbólica importante, que los lectores descubrimos casi línea a línea, y que nos conmueve y perturba al final; “Un futuro prometedor” nos habla de una mujer que perdió al amor de su vida y que ahora trata de refugiarse en los éxitos de su trabajo, para no descubrir que el desierto inunda su corazón y su futuro; “Me alegro de verte” nos habla de una ilusión vana, en la que un anciano busca su pasado en el presente, ignorando que es imposible desandar ciertos caminos... Son más de cuarenta, como les digo, las historias que Pascual García nos propone en este volumen, y ninguna atesora menor calidad que las demás. Es un tomo sorprendentemente homogéneo y decantado.

Pero hay una cosa que está bien clara: este libro, como todos los libros, sólo cobra vida y autenticidad cuando los lectores lo cogen entre sus manos y van empapándose de sus historias por ellos mismos, sin la intermediación de nadie. Así que entiendo que mi misión ahora es callarme y dejar que sean ustedes mismos quienes lo abran y entren en el mundo de Los Olmos, de Puerto Errado y de estos hombres y mujeres macerados por el dolor, la melancolía, la nostalgia y la soledad.

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