Érase una vez un lugar llamado Los
Olmos. Érase una vez un lugar llamado Puerto Errado. A quienes conozcan un poco
la obra narrativa de Pascual García estos nombres les resultarán habituales,
incluso familiares. Están en otros libros suyos. Son dos puntos destacados y
significativos de su geografía literaria. Dos reductos montaraces, abruptos, en
los que viven hombres silenciosos y mujeres abnegadas, curtidos por el frío y
las ventiscas, que intentan sobrevivir en medio de condiciones muy duras.
Ahora, en este volumen donde se alinean cuarenta y un preciosos cuentos, los
vemos reaparecer como telón de fondo en varias de las historias.
Fiel a su condición, el autor de
Moratalla mantiene los núcleos de su estilo literario: la excelencia de la
forma, la brutalidad desnuda de sus escenarios, la finura con la que penetra en
el alma de sus historias y las convierte en pequeños diamantes de recuerdo
imborrable... Pascual García es uno de los mejores cuentistas que conozco, y
les aseguro que conozco a muchos, en persona o por sus libros. Hablar durante las comidas es una
demostración más de que se ha erigido ya en un maestro del género. Y un maestro
que no elude ningún tema, de los muchos que componen el intrincado laberinto
del alma humana: el amor, el odio, la venganza, el dolor, la soledad, la
envidia, los celos, la frustración, la derrota, la muerte... Para todos esos
estados existe un cuento en este tomo, que le sirve como ejemplo. Porque
Pascual García se propone, ante todo, diseccionar el interior de sus
personajes, ofrecernos sus entrañas y que leamos en ellas, como si fuéramos
arúspices, los mil recovecos que cobijan. De ahí que se fije en sus personajes
con atención y los someta a un análisis bien detallado. No le interesan los
muñecos de cartón piedra. Él quiere seres vivos moviéndose por sus páginas. Y
esos seres vivos, con los que establecemos como lectores unos vínculos de
atracción y de repulsión, son observados por el microscopio privilegiado (o por
el bisturí privilegiado) que es siempre la literatura.
En el cuento “Desahucio” nos
encontramos con uno de esos temas que tan de actualidad se han puesto
últimamente; en “La extraña pareja” nos acerca hasta un matrimonio que viaja en
tren hacia el lugar donde el marido tendrá que ingresar en un centro sanitario,
del que quizá no salga; en “Errabundo y sin consuelo” constatamos que un
teléfono puede convertirse en una válvula de escape con la que huir de la
tristeza y encontrar una luz al final del túnel; en “Algún día” se nos hablará
de un noviazgo antiguo, rural, que lleva camino de eternizarse; “Objetos
perdidos” tiene una carga simbólica importante, que los lectores descubrimos
casi línea a línea, y que nos conmueve y perturba al final; “Un futuro
prometedor” nos habla de una mujer que perdió al amor de su vida y que ahora
trata de refugiarse en los éxitos de su trabajo, para no descubrir que el
desierto inunda su corazón y su futuro; “Me alegro de verte” nos habla de una
ilusión vana, en la que un anciano busca su pasado en el presente, ignorando
que es imposible desandar ciertos caminos... Son más de cuarenta, como les
digo, las historias que Pascual García nos propone en este volumen, y ninguna
atesora menor calidad que las demás. Es un tomo sorprendentemente homogéneo y
decantado.
Pero hay una cosa que está bien clara:
este libro, como todos los libros, sólo cobra vida y autenticidad cuando los
lectores lo cogen entre sus manos y van empapándose de sus historias por ellos
mismos, sin la intermediación de nadie. Así que entiendo que mi misión ahora es
callarme y dejar que sean ustedes mismos quienes lo abran y entren en el mundo
de Los Olmos, de Puerto Errado y de estos hombres y mujeres macerados por el
dolor, la melancolía, la nostalgia y la soledad.
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