José Cantabella (Murcia, 1963) es cuentista y poeta
de impresionante ritmo metódico: cada dos años entrega a sus lectores un nuevo
volumen con su producción. En 2003 arrancó con las historias de Amores que matan; en 2005 continuó con Historias de Chacón; en 2007 redondeó su
producción cuentística con Llegarás a
Recuerdo; en 2009 se acercó hasta los terrenos de la poesía con su Afán de certidumbre; y en 2011 siguió
esa interesante línea lírica con Los
sueños cotidianos. Ahora, con una leve corrección de meses, descubrimos en
las mesas de novedades de las librerías un nuevo libro de versos que lleva el
título de Poemas de amor y que se
edita bajo el sello Azarbe.
En estas páginas se vuelve a confirmar que José
Cantabella es capaz de describir, con palabras sencillas y con un vuelo rítmico
muy leve, algunos de los estadios fundamentales del amor: desde el tristeza
hasta el placer, desde la posesión hasta el abandono, desde las paradojas
verbales hasta lo inefable. Así, el poema con el que arranca el tomo es toda
una declaración de principios, pues sirve como delicioso arranque no sólo
textual sino también amoroso («Voy a grabar tu nombre con mis ojos / en el
pétalo fresco de una rosa; / luego, voy a lanzarlo / con todas mis fuerzas,
decidido, / para que la suave brisa / lo lleve hasta tu corazón»). Pero es que
ese amor adquiere pronto matices donde flota lo autorreferencial: en uno de los
poemas, el escritor murciano alude a uno de sus personajes literarios
favoritos, el Horacio Oliveira que inventó Julio Cortázar para su novela máxima
(p.15); en otro, incluirá una alusión a Recuerdo, ese ámbito geográfico o
sentimental que José Cantabella inventara unos años antes para su libro de
relatos Llegarás a Recuerdo.
Descubrimos de esa manera que el autor está ahí, implicado en el texto,
mezclado en él, tejido entre sus líneas de un modo inextricable, lo que
convierte el poemario en un documento de gran valor no sólo lírico sino también
psicológico, porque nos permite intuir algunas de las pulsiones que mueven e
interesan al autor.
Igualmente notable se antoja la reflexión que
observamos en el poema “Ocho”, donde el escritor se interroga sobre los
perfiles innombrables del placer. El sexo produce éxtasis, el orgasmo se
manifiesta en forma de uñas horadando una espalda y trazándole caminos de
pasión. Pero una vez sereno se detiene a la hora de conceptualizar el instante:
«¿Feliz? / no es ese el adjetivo, / tal vez no haya ninguno». Y es que, en
efecto, como bien intuyó Jorge Guillén, el lenguaje del amor se topa siempre
con la condición inefable de su tema.
Y si los lectores buscan un poema donde se
reflexione sobre el amor, la fugacidad y la paradoja que conlleva siempre el
juego desear-obtener-olvidar, les recomiendo que se acerquen hasta la memorable
página 35 y descubran el modo bellísimo en que lo consigna en el poema “Tan
fugaz como el amor”.
Valiéndose de versos cortos y largos, de
polimetrías juguetonas y hasta de composiciones donde verso y prosa son
convocados en una técnica mixta (un ejemplo se puede observar en “Algunas
palabras”), José Cantabella ofrece en este libro un muestrario amoroso al que
merece la pena acercarse, porque nos entrega delicias en cada página.
2 comentarios:
Buen artículo. Mi enhorabuena. Un saludo.
Buen artículo. Mi enhorabuena.
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