Lo dijo André Gide y lo recoge Roser
Amills en la página 69 (y no es broma) de este libro: «¿En nombre de qué Dios
se me prohíbe vivir de acuerdo con mi naturaleza?». O dicho con palabras más
mundanas y generales: ¿alguien está capacitado o legitimado para aherrojar
nuestros impulsos sexuales y decirnos «Esto sí es lícito» o «Esto no lo es»? El
fascinante, minucioso, divertido, poliédrico y sorprendente volumen Las 1.001 fantasías más eróticas y salvajes
de la historia, de la joven escritora mallorquina (Algaida, 1974), nos
suministra durante sus trescientas páginas una fuente inagotable de sorpresas y
curiosidades, que desactivan en el lector cualquier posibilidad de tedio.
Nos explica, ya casi desde el inicio,
cómo el jeque Nefzawi (p.19) descubrió una eficaz pócima con la que obtener una
erección brutal y sostenida: mezclar el jugo de varias cebollas con un buen
chorro de miel. Es, desde luego, más barata que el viagra y, por lo visto,
igual de operativa (las ostras que mezclaba con champán el ilustre Giacomo
Casanova no están al alcance de todos los bolsillos). En el otro extremo habría
que situar a John Harvey Kellogg (p.248), que jamás mantuvo relaciones con su
esposa durante los cuarenta años que permanecieron casados, era partidario de
la ablación química, abominaba de la masturbación y se mostraba disconforme con
el uso de preservativos. Piensen en todo eso cada vez que desayunen cereales
porque este médico norteamericano fue (¿recuerdan el apellido?) el inventor de
los corn flakes. En medio de estos dos polos, Roser Amills reúne centenares de
anécdotas de políticos, actores, filósofos, fotógrafos, inventores, miembros de
la realeza y del clero, pintores, cineastas o presentadores de televisión,
hasta conformar uno de los libros más entretenidos y asombrosos del reciente
panorama editorial.
Les anoto aquí, como ejemplo y como
golosina, media docena de casos, siempre en el ámbito de la escritura y la
música. ¿Sabían que la poeta (y premio Nobel) Gabriela Mistral fue amante
clandestina de Doris Dana, una chica treinta años más joven que ella? Hasta
2006 (medio siglo después del fallecimiento de la escritora chilena), nada se
supo de este hermético y ahora documentado episodio (p.38). ¿Sabían que Jimi
Hendrix, cuando fue alistado como paracaidista en la 101ª División
Aerotransportada de los Estados Unidos en el año 1961, fingió ser gay para que
lo expulsaran de Fort Campbell y arrancar así su breve pero intensísima carrera
musical (p.49)? ¿Quieren un caso patológico de melindres íntimos? Pues lo
protagoniza Manuel de Falla, músico egregio, que a la hora de viajar colocaba
una pequeña tablilla de madera, dentro de su maleta, para separar la ropa
púdica (camisas, pantalones) de la impúdica (calzoncillos). No consta si para
ponerse esta última utilizaba guantes asépticos (p.146). ¿Y les apetece conocer
el extremo opuesto? Pues anoten el nombre del novelista irlandés James Joyce,
quien en el mes de diciembre de 1919 le escribió a su esposa Nora Barnacle
enviándole dinero y una petición no muy higiénica, aunque sí diáfanamente
explícita: «Mi dulce y traviesa pajarita folladora. Aquí está otro billete para
comprar lindas bragas, o medias, o ligas. Compra bragas de puta, amor, y
asegúrate de rociarlas con algún agradable aroma y también de mancharlas un
poquito atrás» (p.109). Por otro lado, si quieren enterarse de qué joven músico
desconocido (y ahora famoso) tuvo la suerte de acostarse con Janis Joplin
habrán de acudir a la página 283. Y deberán visitar la 302 para enterarse de
qué animal fue sodomizado en un prostíbulo de Cataluña por Salvador Dalí en los
años 60.
Mil y una historias, mil y un
personajes, mil y un modos de entender y vivir la sexualidad, que aquí quedan
retratados con humor pero sin burla, con minucia pero sin fárrago, con asombro
pero sin desdén. El erotismo («que todo lo resume y lo recomienza», como
gustaba de escribir el argentino Julio Cortázar) es la base de este tomo que
nos habla del ser humano y de sus peculiaridades, pero no de sus perversiones.
Las auténticas perversiones de nuestra especie (discriminar al diferente,
abusar del débil, matar al contrario, contaminar el planeta) no se encuentran
en los genitales, por más que hayan querido convencernos durante siglos de lo
contrario.
2 comentarios:
¿Para cuándo una reedición de Imágenes prohibidas de la Biblia?
Al leer tu receña, querido amigo, me ha venido a las mientes "confesiones de una máscara
" de Mishima. Felíz año.
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