Cuando amaneció el día 13 de agosto de 1799, en
Egipto, Napoleón Bonaparte salió, con el rostro descompuesto, del lugar donde
había pasado la noche: la Gran Pirámide de Giza. Interrogado por el oscuro
motivo de su desasosiego y por los fríos sudores que empapaban su camisa, el
general francés sólo atinó a susurrar una frase: “Aunque os lo contara, no lo
creeríais”. Los hechos históricos ocurrieron así, y así lo recogen las más
meticulosas y fiables biografía del emperador. Lo que hace Javier Sierra en El secreto egipcio de Napoleón es
preguntarse por qué entró a dormir en aquella pirámide y, sobre todo, qué le
ocurrió en su interior para perturbarlo (a él, el impasible) de tan honda manera.
¿Qué vio Napoleón Bonaparte en la Cámara del Rey, que lo marcó de forma
indeleble? ¿Qué imágenes lo asaltaron o a qué extraños ritos iniciáticos fue
sometido?
Con un proceso de documentación muy meritorio (y
que fluye por el texto nutriéndolo de forma subterránea), el escritor turolense
edifica una novela realmente atractiva y que se incendia desde la primera hasta
la última de sus páginas con la capacidad de seducción de los enigmas bien
contados. Javier Sierra, además, ha combinado con mano maestra todos los
ingredientes para que el libro se convierta en un auténtico imán para los
lectores: un personaje histórico conocidísimo, con una fisura biográfica
inexplicada que da pie para que vuele la fantasía (Napoleón); un monje copto
que consigue traducir y entender las claves del evangelio perdido de san Marcos
(Cirilo de Bolonia); una cofradía religiosa milenaria que posee un secreto de
incalculable trascendencia (Los sabios azules); y una mujer llamada Nadia Ben
Rashid, de belleza tan arrebatadora que ha merecido el sobrenombre de La
Perfecta. Agítese la coctelera y se obtendrá una narración subyugadora, de esas
que te impulsan a buscar más páginas del autor.
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