jueves, 20 de septiembre de 2012

El secreto egipcio de Napoleón



Cuando amaneció el día 13 de agosto de 1799, en Egipto, Napoleón Bonaparte salió, con el rostro descompuesto, del lugar donde había pasado la noche: la Gran Pirámide de Giza. Interrogado por el oscuro motivo de su desasosiego y por los fríos sudores que empapaban su camisa, el general francés sólo atinó a susurrar una frase: “Aunque os lo contara, no lo creeríais”. Los hechos históricos ocurrieron así, y así lo recogen las más meticulosas y fiables biografía del emperador. Lo que hace Javier Sierra en El secreto egipcio de Napoleón es preguntarse por qué entró a dormir en aquella pirámide y, sobre todo, qué le ocurrió en su interior para perturbarlo (a él, el impasible) de tan honda manera. ¿Qué vio Napoleón Bonaparte en la Cámara del Rey, que lo marcó de forma indeleble? ¿Qué imágenes lo asaltaron o a qué extraños ritos iniciáticos fue sometido?
Con un proceso de documentación muy meritorio (y que fluye por el texto nutriéndolo de forma subterránea), el escritor turolense edifica una novela realmente atractiva y que se incendia desde la primera hasta la última de sus páginas con la capacidad de seducción de los enigmas bien contados. Javier Sierra, además, ha combinado con mano maestra todos los ingredientes para que el libro se convierta en un auténtico imán para los lectores: un personaje histórico conocidísimo, con una fisura biográfica inexplicada que da pie para que vuele la fantasía (Napoleón); un monje copto que consigue traducir y entender las claves del evangelio perdido de san Marcos (Cirilo de Bolonia); una cofradía religiosa milenaria que posee un secreto de incalculable trascendencia (Los sabios azules); y una mujer llamada Nadia Ben Rashid, de belleza tan arrebatadora que ha merecido el sobrenombre de La Perfecta. Agítese la coctelera y se obtendrá una narración subyugadora, de esas que te impulsan a buscar más páginas del autor.


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