Manolo Tena, insólito representante de la sangre española,
murió el 4 de abril de 2016; pero no se apagó. Patxi Andión, esposo de Miss
Universo y poeta barbado, murió el 18 de diciembre de 2019; pero no se apagó.
Luis Eduardo Aute, poeta, profeta y proleta, murió el 4 de abril de 2020; pero
no se apagó. Y digo que ninguno de los tres se apagó porque los faros no se
apagan nunca. Y faros fueron para el cartagenero Antonio Marín Albalate, quien
los empapa de poesía y los desparrama por las páginas de Una vieja chistera sin gracia ninguna. Hablamos de un volumen de
versos donde también brillan otros faros: su madre, su hijo, la vida (esa
puta), Leonard Cohen, Joan Manuel Serrat… Todos ellos mezclan sus haces de luz
y generan un espacio donde la música, el paso del tiempo, los bares, las
muchachas que nunca envejecen, los vasos de cerveza, los amigos eternos, las
calles mojadas por la lluvia, los hoteles y la actualidad (11-M, chalecos
amarillos en Francia, Rajoy) construye el esqueleto bajo el que late el corazón
de la poesía.
El visitante que se pasee por sus calles líricas encontrará
docenas de juegos de palabras e intertextualidades, burbujeos de nostalgia,
borracheras, homenajes y gritos (a veces de felicidad, a veces de melancolía)
de un poeta que ama (¿cómo no amar si A.M.A. son sus iniciales?) y nos explica
sus amores.
Y ese visitante que se pasee por sus calles líricas aplaudirá
incluso las erratas del tomo, porque lo increíble de Antonio Marín Albalate es
que incluso en ellas se nos muestra como poeta. Así, nos explica en la página
40 que el cantante y actor Patxi Andión lo ha recibido calurosamente en su
vivienda, y lo resume diciendo que “tuve el horno de pernoctar” allí. Tuvo el
horno. Una lectura banal nos llevaría a considerarlo una errata por honor. Pero conociendo al enorme poeta
que brilla dentro de Antonio no sé si considerarlo un acierto: horno de calor,
horno de acogida, horno de confianza fraternal.
Grande.
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