Recuerdo que, allá por 1998, entré a la emisora de radio Onda
Regional de Murcia para participar como crítico en un programa de literatura, y
me presentaron a un profesor de filosofía que, tímido y desconocido, aguardaba
allí para ser entrevistado por la publicación de su libro Sacristanes y proxenetas, una novela con la que obtuvo unos meses
antes el accésit del premio Vargas Llosa, y que acababa de ser publicada en el
sello Libertarias.
Ahora, veinte años después, releo aquellas páginas con la
misma satisfacción con la que entonces lo hice. La obra nos narra las
peripecias de Colomer, un profesor de filosofía que se ve envuelto a su pesar
en una serie de crímenes donde interviene una secta de católicos ultramontanos,
y en la que parecen estar enredados otros poderes fácticos. Contiene un buen
manojo de escenas divertidas (esa descripción de los libros que hay en la
biblioteca del casino de Murcia, cap.I; la jocosa manera en que se libra de
unas pesadas proselitistas religiosas en un bar, cap.III; la huida que el
protagonista tiene que ejecutar, desnudo y por un balcón, para evitar que lo
capturen unos asesinos, cap.IX; o el exabrupto dirigido a un carpintero
maloliente y maleducado, que ni siquiera se entera, cap.X), así como auténticas
perlas líricas (“Los dátiles maduros colgaban como lágrimas amarillas de las
palmeras”, p.71) y parlamentos de una ironía incendiaria (“En los períodos más
decentes de la historia de España, hasta las amas de casa sabían cuál era el
procedimiento más indicado para descuajaringar a su párroco. Hoy día, sin
embargo, es difícil saber cómo se puede matar a un cura, porque ese sano
ejercicio ya no lo practica casi nadie”, p.157).
Si no conocen la obra les aconsejo que se acerquen hasta ella.
Van a disfrutar del humor, de la prosa y del atrevimiento de un narrador
magnífico.
1 comentario:
Te tomo la palabra, me acercaré a conocerla 😉
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