Dos voces
se van alternando para construir la deliciosa historia que preside esta novela
del francés Honoré de Balzac, que traduce Joaquín García Bravo para el sello
Funambulista: de un lado tenemos a Armande-Louise-Marie de Chaulieu, que a los
18 años ha abandonado las dependencias un convento de carmelitas, tras
permanecer en él la mitad de su existencia, y se ha instalado de nuevo en casa,
en el aposento de su difunta abuela; del otro, a Renée de Maucombe, su íntima
amiga, con quien se cartea y a quien revela hasta los pormenores más inauditos
de su corazón y su cerebro. Louise explica que su reincorporación al mundo le
está resultando muy agradable y que se nota perfectamente acomodada en él (“Soy
un hermoso fruto verde y tengo una gracia primaveral”), mientras que Renée,
mucho menos interesada en la mundanidad, prefiere acogerse a la idea de un
matrimonio con Louis de la Estorade, con quien espera vivir tranquilamente en
su retiro campestre.
Estos dos modos de entender el mundo se van mostrando en
las diferentes misivas que las jóvenes se intercambian y que sirven al
novelista de Tours para trazar unos exquisitos retratos sobre ambas. Podría,
desde luego, haberlo hecho por la vía narrativa convencional, con un narrador
omnisciente y un elevado despliegue de detalles paisajísticos e históricos: a
Balzac le sobraban recursos para acometer esa empresa y salir victorioso. Pero
optó por otra ruta, que los lectores agradecemos mucho, porque nos parece más
interesante: la de dejar que la historia se alce, se sostenga y se desarrolle sobre
las voces sensibles, inteligentes, intrépidas y, sobre todo, profundamente
analíticas de estas dos muchachas. Ellas se comunicarán reflexiones sobre el
sentido del matrimonio, sobre la crianza de los hijos, sobre la libertad y
autonomía de la mujer, sobre el poder del dinero, sobre las convenciones
sociales y sobre mil temas más que, trenzándose, generan un fresco impagable
sobre la Francia de su tiempo. Y todo ello, huelga decirlo, con una prosa de
extrema elegancia, que convierte estas Memorias
de dos jóvenes esposas en un relato de lectura tan placentera como
educativa, tan fluida como inolvidable…
Afirmaba Virginia Woolf que una buena
novela es cualquier texto que le haga a uno pensar o sentir. Admitiendo que la
afirmación sea válida (y no parece que existan demasiados impedimentos para
aceptarlo), estas páginas de Honoré de Balzac cumplen a la perfección ambos
requisitos y se elevan, por tanto, hasta la condición de clásicas. Una
memorable propuesta, bellamente editada por el sello Funambulista.
1 comentario:
Qué edición tan bonita, mucho más que la mía...mi parte superficial es muy fuerte, tendré que mejorar mi triste ejemplar, jajaja.
Un besito.
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