Releo, diez años después, El
oficio de vivir, de Cesare Pavese, traducido por Ángel Crespo (El País,
Madrid, 2003); y me provoca menos entusiasmos que en su primera lectura.
Obviamente, el problema no tiene por qué residir en el autor, faltaría más.
Creo que es un volumen que tiene mucho material interesante, pero que también
cobija un centenar largo de páginas prescindibles, vacías de fulgor o
directamente tartamudas. No veo el interés que pueden tener para un lector los
balbuceos telegramáticos de Pavese, que lo mismo anota con perfecta prosa de
ensayista un pensamiento profundo que nos inflige una deshilvanada confesión de
tono autobiográfico imposible de desentrañar, pues la escribe casi en clave.
También me ha producido perplejidad esa costumbre de Pavese de “autocitarse”,
indicando día y párrafo: ¿qué rara especie de narcisismo es ésa? Es decir, que
aunque esperaba reactivar el fervor pavesiano que tuve a mis cuarenta años, la
lastimosa sensación de “mucho ruido y pocas nueces” me ha dominado al final del
tomo. Queden para el recuerdo las frases que subrayé entonces y las que se
suman ahora.
“La poesía sale a la luz cuando se la busca”. “Cada mar tiene
otra orilla”. “El único modo de salvarse del abismo es mirarlo y medirlo y
sondarlo y bajar a él”. “El arte de la vida consiste en ocultarles a las
personas más queridas la alegría de estar con ellas, pues de otra manera se
pierden”. “La tremenda verdad es ésta: sufrir no sirve para nada”. “¿Por qué es
desaconsejable perder la cabeza? Porque entonces se es sincero”. “El arte de
vivir es el arte de saber creerse las mentiras”. “Verdaderamente tuyo es sólo
lo que te vuelve infinitas veces a la fantasía, y no puedes dejar de soñarlo”.
“La literatura es una defensa contra las ofensas de la vida”. “Un buen
principio sería modificar el propio pasado”. “El amor es la más barata de las
religiones”. “Hay que buscar una sola cosa para encontrar muchas en ella”.
“Todo lo que no podemos hacer solos disminuye nuestra libertad”. “La poesía
nace [...] de los instantes en que levantamos la cabeza y descubrimos con
estupor la vida”. “Señal segura de amor es desear conocer, revivir, la infancia
del otro”. “El secreto de la vida es hacer como si tuviéramos lo que más
dolorosamente nos falta”. “Tener a la infancia por poética no es más que una
fantasía de la edad madura”. “Recuerda siempre que no te deben nada”. “Las
lecciones no se dan, se toman”. “Hay un solo placer, el de estar vivos, y todo lo
demás es miseria”. “Se aspira a tener un trabajo para tener derecho a
descansar”. “Se obtiene lo que no se busca”. “La poesía debe decir algo, y en consecuencia es inútil
que viole la lógica y la sintaxis, modos universales del decir”. “Los suicidios
son homicidios tímidos”. “Hay que estar poseído sin demostrarlo”. “No se puede
acabar con estilo”. “¿Te asombra que los demás pasen a tu lado y no sepan,
cuando tú pasas al lado de tantos y no sabes, no te interesa, cuál es su pena,
su cáncer secreto?”.
1 comentario:
Leí hace mucho "El diablo en la colina" pero he de reconocer que no tengo muy claros recuerdos de la lectura, tendría que releerlo...Como siempre, muy buena reseña.
Besitos.
Publicar un comentario