Muy hondas reflexiones provoca o sugiere el ensayo España invertebrada, de José Ortega y Gasset. Nos habla de la
imprudente descoordinación (y hasta desconfianza y odio altanero) que existe en
nuestro país entre las clases sociales y los grupos. Nadie cree necesitar de
verdad a nadie, y de ahí la “autarquía de acción” que todos exhiben. La otra idea
del tomo es que los problemas de España provienen de que su “masa” no acepta la
rección de una clase superior, que la encauce y dote de sentido. Pero, claro,
lo que Ortega y Gasset no explica es cómo se reconoce a esas minorías
superiores, a esa elite egregia. Estoy dispuesto a admitir que tiene razón
desde el punto de vista teórico, pero el problema surge en la forma en que esto
se podría llevar a la práctica. Si la masa sigue a alguien equivocado (Hitler,
por ejemplo), el desastre puede ser inaudito. ¿Cómo se mide a los “mejores”? O, dicho de un modo más realista, ¿quién identifica a los “mejores” y los
señala como tales a la “masa”? Mientras no se analice ese extremo estamos en la
pura elucubración, más brillante quizá que efectiva.
“Mandar no es simplemente convencer ni simplemente obligar, sino una
exquisita mixtura de ambas cosas”. “No viven juntas las gentes sin más ni más y
porque sí; esa cohesión a priori sólo existe en la familia. Los grupos que
integran un Estado [...] no conviven por estar juntos, sino para hacer juntos
algo”. “Todo el que en política y en historia se rija por lo que se dice,
errará lamentablemente”. “La queja del enfermo no es el nombre de su
enfermedad”. “El valor social de los hombres directores depende de la capacidad
de entusiasmo que posea la masa”. “El pueblo español [...], cuando se deja
conmover por alguien, se trata, casi invariablemente, de algún personaje ruin e
inferior que se pone al servicio de los instintos multitudinarios”. “Un pueblo
no puede elegir entre varios estilos de vida: o vive conforme al suyo, o no
vive”. “Cuando en nuestra tierra aparecen individuos privilegiados, la “masa”
no sabe aprovecharlos y a menudo los aniquila”.
1 comentario:
Este libro fue una bomba de relojería en clase de Ética, comenzó como una lectura social para hacernos reflexionar y acabó en batalla campal entre: izquierda y derecha, hippies y pijos, aborto si aborto no, moral y doble rasero...¿Y quién defendía qué? ya ni lo sabíamos, bastaba que el señorito andaluz de Manuel dijera blanco, para que la activista de Sonia dijera negro, y otra vez liada...
Recuerdos a parte, es un grandísimo libro, que tuve que releer años después porque entre tanta euforia se me olvidó de qué iba.
Besitos.
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