Tras unos primeros trabajos poéticos clásicos,
canónicos, el cántabro Gerardo Diego se propuso en Imagen una aventura más arriesgada en el aspecto formal. O, como él
mismo explicaba en el primer poema del libro, trató de “repudiar lo trillado /
para ganar lo otro. / Y hozar gozoso el prado / con relinchos de potro”. En
suma, se aprestó a ensayar procedimientos nuevos, para que sus versos
circularan por caminos distintos y eso le permitiera comprobar qué resultados
obtenía. Queda así tronzada la seriedad apolínea de El romancero de la novia y da paso a unas propuestas gráficas y
conceptuales mucho más intrépidas.
Por ejemplo, introduce juegos semánticos y rítmicos
de los que no está ausente el humor (“La luna en cuarto creciente / es como un
huevo esplendente. / Todo el cielo se resiente / de su luz. / Los faroles en
hilera / son estrellas de primera, / de segunda y de tercera / magnitud”,
leemos en la composición titulada Nocturno
funambulesco); o compone curiosas estrofas dedicadas a los signos del
Zodíaco, llenas de rimas intrépidas y de alusiones mitológicas; o se deja
llevar por delicias alígeras como la que rotula con el nombre de Apunte... Gerardo Diego se adentra por
una línea arriesgada, en la que los lectores más convencionales pueden tener la
sensación de que el poeta “se les ha ido”, se ha dejado embelesar por un
arrebato dionisíaco, en el que extravía buena parte de su música, de su
esencia. Pero lo cierto es que sigue encontrando imágenes de enorme poder
intelectual (“El tiempo sabe a cloroformo”), ritmos juguetones que provocan
sonrisas (“Los verbos irregulares / brincan como alegres escolares”) y perlas
brillantes que siguen lanzándonos su luz entre la aparente hojarasca
vanguardista...
Y en ocasiones ocurre también (negarlo resultaría
absurdo) que el santanderino roza peligrosamente la ñoñería o el infantilismo
lírico. Sirvan de ejemplo estos versos, que producen rubor incluso en un lector
condescendiente: “Estribillo Estribillo Estribillo / El canto más perfecto es
el canto del grillo / Paso a paso / se asciende hasta el Parnaso / Yo no quiero
las alas de Pegaso”.
En síntesis, un experimento coyuntural y con
algunos altibajos, del que Gerardo Diego salió airoso porque era un magnífico
poeta.
1 comentario:
Ponga otro mambo en el gramófono, por favor... Gerardo Diego, uno de los olvidados de la Generación del 27 por el gran público, yo, personalmente no me fijé mucho en su figura cuando era estudiante, pero, ay amigo!los años pasan y las inquietudes cambian -afortunadamente- y te reencuentras con autores denostados por la ligereza y frivolidad de la juventud...una gran obra Rubén, y como siempre, en tu blog.
Un besito.
Yolanda.
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