Me gusta la narrativa de Juan Ramón Santos. Lo
descubrí hace años y lo acabo de corroborar con la lectura de Palabras menores, un proyecto que le
publica De la luna Libros y que contiene, entre su medio centenar de relatos
breves, un buen porcentaje de maravillas. El propio autor nos justifica
espléndidamente el título: cuando alguien le pregunta a un escritor lo que
lleva entre manos y él responde “Una novela”, suele escuchar lo de “Eso son
palabras mayores”. Por tanto, escribir cuentos tiene que ser, aplicando el
mismo criterio, un ejercicio de ‘palabras menores’. No se puede definir mejor.
Muchas son las cosas que, como digo, me han
seducido en este volumen. Por ejemplo, el sentido del humor que exhibe en
algunas de las narraciones. Sirvan como ejemplo “Biblioteca” (donde una persona
ordena los libros que posee y se nos reserva una impactante sorpresa final),
“Polinización” (donde vemos cómo un hombre se masturba en el bosque y su semen,
al caer sobre una flor, produce un efecto inesperado), “Campaña publicitaria”
(cuyo protagonista es un pequeño comerciante que tiene que recurrir al ingenio
para promocionar su negocio) o ese espléndido juego irónico-irreverente que se
titula “Primera comunión” y que no me resisto a reproducir íntegro, para mayor
gloria de Juan Ramón Santos: “Inocente, tembloroso, asombrado al descubrirlo
tan frágil y redondo en su blanca desnudez, avanzó henchido de amor, ávido y
hambriento, dispuesto a devorar, por primera vez, el cuerpo de Cristi”.
Pero hay más, mucho más en Palabras menores. Está la ternura, condensada en “Mi Buenos Aires
querido”, gran relato sobre la memoria, la vejez y la invasión irrespetuosa del
alzheimer; están los perversos o llamativos juegos de la mente, observables en
“Saudades del mal”, donde un hombre cuyos arranques de mal genio fueron limados
en la infancia por la madre Consolación reconoce que por las noches sigue
imaginando con melancolía las mil atrocidades que podría haber protagonizado,
si ella no hubiera intervenido en su educación; están los hermosos retratos
familiares, contados de forma infrecuente (“Hogar”); están...
Yo lo tengo claro: Juan Ramón Santos es un
excelente escritor. Me lo demuestra en todas las páginas suyas que leo. Así que
continuaré frecuentándolo. Me quito el sombrero ante los buenos narradores: no
hay tantos.
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