sábado, 18 de octubre de 2025

La gran serpiente

 


Se llama Mathilde y conduce de una forma algo torpe. A sus 63 años, ha perdido totalmente la silueta (fue hermosa, pero ahora le sobran kilos de forma notoria) y se ha vuelto un poco más gruñona de lo habitual. Acaba de pasar todo el fin de semana con su hija y con su yerno (al que no soporta) en Normandía, y ahora se dirige hacia París, con su perro. Muy cerca de su destino, aparca tranquilamente y observa a un viandante que se aproxima al coche. Se miran, se sonríen. Es un hombre elegante, que también está acompañado por un perro y que se va acercando. Entonces Mathilde, con determinación, empuña un arma y le dispara en los testículos. Luego, con frialdad inaudita, lo remata disparándole también en la garganta (el agujero de la bala casi separa la cabeza del cuerpo).

Así empieza La gran serpiente, una sorprendente y atractiva novela negra escrita por Pierre Lemaitre y traducida por José Antonio Soriano Marco, en la que ejerce como protagonista suprema, fastuosa y letal, esta afable anciana que resulta ser una antigua heroína de la Resistencia francesa contra los nazis reconvertida en asesina a sueldo. Y como coprotagonista (parcial) el inspector René Vassiliev, un policía desmañado y altiricón (1’93) que, a la manera del televisivo Colombo, da la sensación de ir aproximándose a la solución de los crímenes de forma torpe, atropellada y casual.

En las cerca de doscientas páginas de la novela, el lector que haya decidido apostar por esta aventura no gozará de tregua, ni saldrá de su asombro: disparos a quemarropa, emboscadas perpetradas por profesionales, cadáveres escondidos en furgonetas, perros decapitados, vecinos insidiosos, puertas que se abren frente al cañón brutal de una pistola, venganzas implacables, víctimas colaterales, ancianos seniles a quienes nadie escucha, moquetas empapadas de sangre y también, pueden creerme, inteligentes dosis de sentido del humor, que van logrando que una trama de apariencia inverosímil se mantenga en pie y brille sin altibajos.

Me ha convencido mi segunda experiencia con Pierre Lemaitre, a quien conocí gracias a mi compañero Antonio Cascales, profesor de matemáticas y lector voraz. Muy feliz de haberle hecho caso. Seguiré explorando otras obras del autor.

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