Termino
la novela El viaje americano, de Ignacio Martínez de Pisón, que también
podría haberse titulado (sospecho que el autor barajó esa posibilidad) El
sueño americano. Y esa hipótesis no se basa en un capricho mío, sino en el
espíritu mismo de la historia que nos cuenta: la de unos españoles que,
seducidos por la embriaguez de Hollywood, se instalaron en los años 30 del
siglo XX en Los Ángeles, para participar en las películas que entonces se
rodaban para el público hispano. Todos viven su particular sueño de triunfo,
que pasa por los flashes de los fotógrafos, el glamur de los vestidos lujosos,
las fiestas exquisitas (y también desenfrenadas), las revistas de cotilleo y
las bodegas clandestinas (es la época de la prohibición alcohólica).
José
Carril, que es camarero en un transatlántico de la compañía Cunard, acabará
dejándose arrebatar por esa embriaguez, tras enamorarse de la actriz Margarita
Castellanos. E iniciará una aventura, con el nombre artístico de “José del
Carril”, que lo llevará a conocer la cárcel, el éxito, la hipocresía, las
mentiras del papel couché, el poder embriagador del dinero, las traiciones, la
emulación, los anónimos y el aplauso.
Un relato de gran sencillez, pero también de gran hondura, que nos anima a reflexionar sobre los meandros, a veces demasiado oscuros, del alma humana.
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