Otra voluntad de lectura cumplida. Hace ya unos dos meses (más
o menos) que había propuesto releer la
Vida de los doce césares, de Suetonio. Y
ahora lo hago en la traducción de Vicente López Soto (Juventud, Barcelona,
1990).
Me han aburrido, de nuevo, las cabalgatas de nombres y cargos de la época romana,
que nada me enseñan. Me han aburrido las truculencias reiteradas que acometían
estos energúmenos para alzarse con el poder (aunque me han demostrado la
podredumbre eterna del ser humano, que sólo cambia de modos, pero no en su
esencia). Y, en cambio, he disfrutado como un cosaco con los detalles menudos,
con el anecdotario imperial. Eso es lo que perdurará en mi memoria. Anoto,
pues, estas cosas.
Julio César
sufría ataques epilépticos; se hacía depilar; se peinaba hacia adelante para
disimular su más que avanzada calvicie; y murió de 23 puñaladas. Augusto gozaba desvirgando doncellas (y
su propia esposa se las proporcionaba); usaba zapatos con alzas para simular
más estatura de la que tenía; tuvo cálculos renales; y tenía faltas de
ortografía. Tiberio presenciaba
“numeritos eróticos” para excitarse, e incluso frecuentaba a los niños; y le
aterrorizaban los truenos. Calígula
mantuvo con todas sus hermanas relaciones incestuosas; pensó en destruir todas
las obras de Homero, Virgilio y Tito Livio; padeció fuertes ataques de
insomnio; y no sabía nadar. Claudio
era llamado “aborto” por su madre; su hijo Druso murió en un juego: lanzó una
pera al aire y, al recibirla con la boca abierta, se ahogó; le goteaba la nariz
y tartamudeaba. Nerón cantó por
primera vez en Nápoles, y se produjo un pequeño terremoto; era bisexual y muy
promiscuo; jamás se puso dos veces el mismo vestido. Galba tenía deformados los pies y las manos por la gota. Otón usaba peluca. Vitelio era tan hambrón que comía “tres veces al día” (perplejidad
de Suetonio); y no tenía problemas porque vomitaba con gran facilidad. Vespasiano, para mantener la salud, se
ponía a dieta un día al mes. Tito
dijo al morir que sólo se arrepentía de un acto en su vida (y no dijo cuál). Y Domiciano se acostumbró a torturar
quemando los testículos.
En fin. Lecciones asombrosas de la Historia , que siempre es
interesante conocer.
1 comentario:
No se si aplaudirte, darte el pésame o pasarte la dirección de un psicólogo estupendo, porque Rubén ¡ESTO ES MASOQUISMO! Jajajaja.
Casi me da un "apechusque" solo con leer la reseña, he desconectado diez veces y he tarareado el Despacito ¡Y lo odio! jajajajajajaaj, vale, exagero, pero esta vez no me pillas hermoso.
Un besito.
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