domingo, 14 de diciembre de 2014

El nervio de la piedra



Si tuviera que condensar en unas pocas líneas qué nos cuenta el nuevo poemario de Isabel Martínez Barquero reconozco que tendría serios problemas para lograr mi objetivo. No creo que la poesía, en general, admita ser explicada de un modo rectilíneo y nítido, porque siempre nos dejamos fuera el aliento del misterio, la magia de la luz lírica; pero es que los poemas que se cobijan dentro del volumen El nervio de la piedra (que nos entrega el sello Ediciones Oblicuas) son mucho más escurridizos aún, porque incorporan una larga serie de imágenes oscuras, inestables o ambiguas, que difuminan sus contornos y los vuelven proteicos, galvánicos. Así, cada texto de los que componen el volumen queda abierto a múltiples interpretaciones, que provocan el pasmo y la intriga de los lectores, por su condición líquida y misteriosa. ¿Qué ha querido decir exactamente la autora en este poema? ¿Qué ha querido consignar o denunciar en este otro? ¿Cuál será la interpretación más adecuada para el de más allá, que parece una auténtica bajada a los infiernos? Quizá sólo ella lo sepa. Y en ese cofre enigmático se esconde la llave última para El nervio de la piedra. En ocasiones, las líneas esconden menos niebla, y entonces sonreímos, porque creemos acceder al fondo estricto de la comprensión. Puede servir como ejemplo la composición que ocupa la página 33, “Hipocresía cotidiana”, cuyos versos rezan de este modo: “Una vez más, / se derogan soles / en avenidas oscuras, / se desfiguran días / en modelar nuevas formas, / impávidas máscaras / para la ardua tarea de esconderse”. Pero lo más frecuente es, como digo, que el sentido de las palabras juegue al escondite con quien las recorre, y que debamos confiarlo todo a la intuición anímica. Julio Cortázar le escribió una vez a José Lezama Lima que, leyendo con fervor y con gran interés unos versos suyos, se había sentido perdido y confuso, porque no lograba situarse en el mismo ángulo de interpretación que el poeta cubano. “Excéntrico a ese punto” (le decía) “todo el sistema se me escapa”. Sumérjase el lector de poesía en las páginas de Isabel Martínez Barquero y pruebe a encontrar su propia versión del contenido. Puede ser una aventura tan sugerente como enriquecedora.

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

Menos niebla a esconder.