Danny, el pobre niño que salió traumatizado del terrorífico
hotel Overlook después de que su padre John Torrance enloqueciera y tratara de
matarlo a él y a su madre (los curiosos pueden refrescar la historia leyendo la
espeluznante novela El resplandor o
viendo la película homónima, que fue
protagonizada por Jack Nicholson), es ahora un adulto asediado por los
peores problemas: ha caído en la misma adicción alcohólica que destrozó a su
padre, no encuentro un sentido a su vida, deja que la ira le domine más veces
de las que serían aconsejables (deja inconsciente a un hombre en un billar,
cuando éste se burla porque ha fallado una bola fácil), pierde empleos con una
facilidad pasmosa... Un día, cuando está en casa de una joven drogadicta con la
que ha compartido borrachera y sexo, descubre que la chica tiene en su casa un
bebé de poca edad, que está a punto de coger un puñado de cocaína de la mesa,
creyendo que es azúcar. La pone fuera de su alcance pero, embotado aún por la
resaca, coge el dinero de la madre y se va del cuchitril. Esa imagen terrible
marcará un punto de inflexión en su vida. Ya no puede caer más bajo. Así que,
impulsado por el sentido común y por el remordimiento, comienza a asistir a
reuniones de Alcohólicos Anónimos para lograr su rehabilitación.
Durante un tiempo parece encontrar la estabilidad
gracias a su trabajo en un centro de cuidados paliativos, donde desarrolla el
asombroso poder de confortar a los enfermos terminales, a quienes ayuda en el
instante de morir (de ahí que los compañeros comiencen a conocerlo como «Doctor
Sueño»). Pero su vida, lejos de normalizarse con ese trabajo y su alejamiento
del alcohol, se enfanga cuando descubre que una niña con asombrosos poderes
psíquicos, Abra Stone, está siendo vigilada por «una especie de familia Manson
paranormal» (p.320) que desea capturarla, torturarla y absorber su vapor
interno. Gracias a la inhalación de ese vapor, los componentes del grupo, que
se hacen llamar a sí mismos El Nudo Verdadero y que se mantienen vivos durante
siglos, reforzarán su poder. Y añadamos una circunstancia inquietante, que enredará
a Daniel Torrance en el asunto: El Nudo Verdadero ha decidido instalar su
centro de operaciones en el lugar donde antiguamente se encontraba el hotel
Overlook, de tal modo que las corrientes psíquicas y el horror lo vincularán sin
que pueda evitarlo a la existencia de Abra Stone.
Gracias a esta nueva producción de Stephen King
(Portland, 1947) es probable que muchos lectores descubran con sorpresa que el
exitoso novelista no se queda anclado en la simple construcción de una trama
llena de elementos paranormales, atmósferas empapadas de desasosiego o
instantes de auténtico terror psicológico, sino que es capaz de construir
personajes mucho más espesos y más profundos de los que uno esperaría encontrar
en una novela de estas características. En especial llama la atención el dibujo
que nos ofrece del protagonista, Dan Torrance, visitante de muchos infiernos
durante su vida y que, dominado por las garras del alcohol (recordemos que el
propio Stephen King tuvo problemas etílicos durante bastantes años), incurrirá
en bajezas tan nauseabundas que lo perseguirán hasta el final de sus días.
Asómense a las 600 páginas de Doctor
Sueño y no quedarán en modo alguno defraudados.
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