Cada vez
que me han preguntado mi opinión sobre la “moda literaria” de la guerra civil
española de 1936 he respondido lo mismo: que no creo que se trate de una moda,
sino de un tema, un pozo fecundo, rico y variado, del que beben prodigiosos
fabulistas, como Alberto Méndez, Antonio Muñoz Molina o Rafael Chirles; y
también (pero eso ya no es culpa del tema, sino de sus compositores) auténticos
botarates, que lo utilizan como descarga emocional o diarreica, sin mayores
asomos de brillantez.
Leo ahora
en Alianza Literaria el volumen de relatos de Mercedes Deambrosis que,
traducido por Manuel Talens, lleva por título El
paseo de las Delicias, una obra compuesta por nueve narraciones de desigual
factura. La primera (“El primer muerto”), historia de una chica de condición
humilde que es violada por unos señoritos falangistas el primer día de la
guerra, parece anunciarnos un volumen ramplón, más pendiente de lo sensiblero o
vomitivo que de las notas puramente literarias. Pero después esa sensación se
diluye con las posteriores narraciones, donde se eleva el nivel. En “El paseo
de las Delicias” asistimos a un análisis muy interesante de la condición
humana, cifrado en la figura de una portera que, incapaz de conseguir que el
refinado don Luis (pulcro y atildado coleccionista de mariposas) se case con su
voluminosa y nada atractiva hija, lo acaba denunciando a las autoridades
republicanas para que lo lleven a dar un paseo de los de entonces, trufado de
disparos. “A mal tiempo, buena cara” tiene como protagonista a doña Concha
Zarzosa y Rey, una mujer altanera, fascista y taimada, que sabrá sobrevivir
incluso en las circunstancias más adversas para su ideología y su condición
social. “Tú y yo” nos sitúa ante dos personas distintas y enfrentadas: el izquierdista
y el cura que envió a la muerte a su hermano (nada diré del diálogo que
mantienen, porque su densidad psicológica y su sorpresa final bien merecen ser
descubiertas por cada lector de forma individual). “Un matrimonio sin mancha”
gira alrededor del matrimonio formado por la ingenua Rosita y el frío y
misterioso Virgilio Bofarull, ante el cual todos los vecinos mantienen una
actitud temerosa, que terminamos comprendiendo en el párrafo final. “Estoy
dispuesta a entenderlo todo” se centra en una purga cruel, con aceite de ricino
y golpes, ejecutada sobre unos personajes desvalidos… Luego, el volumen decae
en las dos o tres historias finales, que más parecen añadido de relleno que
auténtico material de primer orden.
Con un
lenguaje que huye de lo alambicado, y con unos retratos tan desoladores como
fidedignos, la escritora Mercedes Deambrosis consigue conformar un volumen que merece
la pena leer. Olvidarse de las imperfecciones del primer relato y no prestar
demasiada atención a los últimos nos permite gozar de los que forman el bloque
central que, sin duda, son hermosos y memorables.
1 comentario:
El problema de las modas literarias es que cansan.
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