Toda edad (incluso las poéticas) debe tener su voz,
su intensidad, su tono, su volumen, y está bien que así sea... Lo digo porque
acabo de terminar un espléndido poemario de la joven Noelia Illán Conesa y no
puedo estar más entusiasmado con los versos que me han asaltado desde sus
páginas. Me gusta su constante burbujeo de erudiciones diversas; el modo natural, sorprendente, en que Shostakovich rima
en sus líneas con Enrique Bunbury o Nirvana; la fluidez con la que Goethe,
Propercio, Robert Musil, Bukovski o Flaubert se dan codazos y se acomodan en el
mismo sofá de versos, bajo la mirada ciega de Borges o las citas sarcásticas de
Woody Allen.
Me ha dado la impresión de que Noelia sabe lo que
se hace y lo hace muy bien. Tiene una cultura tentacular (es profesora de
Clásicas) y la desparrama a su antojo, con gran sabiduría, burlándose de normas
y almidones, de progres y de rancios. Porque su poesía es su territorio, y en
su territorio sólo ella fija las normas, eleva torres, construye túneles,
taladra evidencias, se rodea de amigos, viaja a Marruecos, duerme sola o
acompañada o escribe poemas boca abajo. Es su privilegio. Es su decisión. Y
quienes la leemos salimos borrachos de propuestas, acribillados de metáforas,
llenos de luz y cigarrillos de madrugada. Tan pronto nos brinda un delicioso
“Vocabulario mínimo” (p.36) como nos actualiza historias antiguas desde una
mirada nueva (“Proserpina Palinodia”), nos habla de naufragios del alma (los
únicos naufragios, los auténticos naufragios, los peores naufragios), de chicas
solitarias que comen nachos por una calle de Murcia o de infancias que reposan
en cajas de cartón... Y lo anega todo con adjetivos dulces, con verbos como
zarpazos y con juegos de palabras donde se decanta por el lirismo insólito
(“Desolada, como la luna”), deportivo (“Campeón del mundo de los besos
pesados”) o filosófico (“Tempus non fugit”).
Noelia Illán arde en la explosión de la palabra, le
saca chispas a la vida y al idioma golpeando contra el pedernal. Y el resultado
lo tenemos aquí: cuerpos, libros, almas, labios, música y alcohol, combinados
con la fuerza de un talento incuestionable. O dicho de otro modo más simple:
densa, vívida, poderosa poesía. En mí tiene desde ahora a un lector entusiasta.
1 comentario:
Mis felicitaciones señor Rubén Castillo por la magnífica descripción de Noelia como poetisa. Mi hija, ya desde pequeña, destacaba en letras, sobre todo por su frescura y por no dejarse llevar por las normas establecidas.
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